Este es el cuarto tomo de Habla el Presidente. Los cuatro volúmenes ya publicados permiten cierta perspectiva para intentar un juicio objetivo de la colección, formada por ciento ochenta conferencias. En ellos se ha mantenido invariablemente la misma forma adoptada desde la primera reunión de marzo de 1969: una parte inicial expositiva, seguida de las respuestas a las preguntas de los periodistas. Con el propósito de informar al país entero, el Presidente ha empleado siempre un lenguaje comprensivo, eminentemente coloquial, para hacer patente con toda claridad que «las labores de gobierno se cumplen a la vista de la opinión pública». Sus palabras han sido eminentemente sinceras; y en sus opiniones se ha respetado siempre una norma primordial: despertar la capacidad de diálogo, sin ofender a nadie, en una permanente lección cívica.

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El general consenso de admiración y afecto del pueblo venezolano hacia el Presidente Caldera, se asienta en el reconocimiento a sus singulares condiciones de hombre de gobierno, a su integridad como persona y al decidido propósito de procurar el bien común. Nunca intereses sectoriales han predominado en su palabra. «Me mantengo en la línea inflexible de hablar como hombre de gobierno, como Presidente de todos los venezolanos y no como dirigente de partido», son palabras que tienen palmaria confirmación en cada página de los cuatro tomos de Habla el Presidente. Para el Presidente Caldera, Venezuela constituye un ente vivo, dinámico y homogéneo.

Al comentar una pregunta relacionada con las conversaciones sostenidas con personeros de la oposición, dice: «Por agudas y fuertes que sean las luchas y controversias entre los políticos, y por encendido que en algunos momentos aparezca el fenómeno dialéctico entre gobierno y oposición, siempre hay un contenido humano y una común sustancia venezolana que nos obliga a mirar a Venezuela por encima de nuestras aspiraciones de grupos, y así mismo mirar el porvenir de la Patria por encima de las cuestiones inmediatas».

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El nacionalismo democrático ha sido baluarte fundamental del pensamiento y la acción del Presidente Caldera. Se trata de «una defensa firme y categórica de los derechos de Venezuela frente a los grandes, frente a todos, porque al fin y al cabo, la fortaleza que da el derecho propio es una fortaleza que equilibra muchas desigualdades». «Somos un pueblo amante de la paz, de una paz dinámica y que sirva para estimular las energías creadoras de los hombres y el logro de los objetivos que impone el desarrollo a aquellas naciones que todavía no han podido obtenerlo». Es un nacionalismo «que no busca dar pasos en falso ni tomar actitudes o desplantes inconvenientes a los intereses nacionales, con una idea muy clara del camino que Venezuela recorre en la afirmación, cada vez mayor, de su soberanía sobre sus recursos naturales y con una decisión de mantener lo conquistado, de fortalecer este proceso sin caer en posiciones que pudieran ser debilitantes o sin atender provocaciones que pudieran alejarla de sus objetivos actuales».

Al regreso de su viaje al Sur, donde el Presidente Caldera logró, sin duda alguna, el afianzamiento del prestigio de Venezuela, invocó la historia como resorte vital de la idea nacionalista contemporánea: «Bolívar, Sucre, Bello, no son ya unos muertos vestidos de bronce o de mármol; son espíritus que apremian para que busquemos el destino que ellos nos señalaron y que se abandonó durante tanto tiempo».

Entiende el Presidente Caldera que el deber de los modernos estadistas es el de hacerse intérpretes, para el porvenir, del mensaje heredado de los forjadores de la libertad y de la civilización americanas.

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La solidaridad pluralista ideológica de la América Latina, como norma de convivencia de los pueblos, se encuentra así mismo en numerosos pasajes de este libro. «La diversidad ideológica no excluye la comunidad de las aspiraciones y objetivos fundamentales de América Latina». En este Continente necesitamos «fortalecer nuestra unidad en medio de la diversidad, porque podemos correr el grave riesgo de que las diferencias de concepción, de fórmula o de sistema político interno en cada uno de nuestros países, sean en cierta medida estimuladas por aquellos que no desean la integración unitaria de América Latina, mientras que debemos asentar, como lo previeron los creadores de nuestras nacionalidades, idea solidaria pluralista». La palabra del Presidente Caldera ha resonado con la fuerza que dan las concepciones certeras, libradas a la reflexión de los hombres, con la autoridad que les otorga la nobleza y la altura de miras.

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El más delicado privilegio de las democracias está en el derecho de escoger sus gobernantes mediante el voto, acto que constituye la única fuente legítima del poder, y que debe ser correspondido por la aptitud y firmeza de quienes dirigen el Estado, para que vivan en amparo y esperanza quienes confían tan sagrado encargo. El Presidente Caldera puede proclamar con legítima satisfacción: «Hemos logrado éxito al realizar la difícil combinación de libertad y autoridad».

No dudamos en afirmar que el veredicto que la historia reserva a la expresión del estilo de gobierno contenido en Habla el Presidente, habrá de serle favorable, y que en el devenir de Venezuela esta colección habrá de ser un instrumento extraordinariamente útil para interpretar un tiempo en que el Primer Magistrado se esforzó en explicar y persuadir a su pueblo respecto a la intención y alcance de sus actos de gobernante.

Luis Alberto Machado

Caracas, junio de 1973.