Los cinco tomos que forman la colección completa de las ruedas de prensa semanales sostenidas todos los días jueves a través de los medios de comunicación social, constituyen la documentación más importante para conocer el pensamiento del Presidente Caldera. El diálogo constante, ininterrumpido, entre el Primer Magistrado y el pueblo que lo escogió para regir por un quinquenio los destinos de la Patria «ha sido expresión de un concepto de gobierno», por cuanto que el enfoque y atención a los problemas nacionales se ha hecho limpiamente a la luz del día y a la vista de los ciudadanos.
Con alto criterio de estadista ha comunicado semana tras semana, los temas de la administración pública, desde los más delicados asuntos de la política nacional e internacional, hasta la explicación de las resoluciones sobre aspectos elementales de la vida del país. Por ello, entendemos que el conjunto de las conferencias de prensa, desde los inicios del mandato hasta su término, es el más significativo repertorio del lustro durante el cual Venezuela ha sido gobernada y representada por el Presidente Caldera. Hay cientos de ejemplos en las tres mil y tantas páginas de estos volúmenes, donde se exhiben los serenos y firmes razonamientos en que ha apoyado sus decisiones en los más variados campos de la administración. Inclusive los actos que podrían parecer audaces han sido siempre fruto y resultado de profunda meditación.
Acaso estamos demasiado cerca de los hechos para enjuiciar la exacta valoración de estas 226 ruedas de prensa, por la falta de perspectiva que requiere un mayor tiempo y una mayor distancia, y por la presencia, además, de la natural pasión política que perturba ahora el análisis. Nos atrevemos a vaticinar que los textos de los cinco libros de Habla el Presidente serán en un muy próximo futuro el testimonio más claro y fehaciente de la administración del Presidente Caldera.
Estas ruedas de prensa tienen la interpretación auténtica de labios del propio Presidente Caldera. En muchas ocasiones durante los cinco años de metódica exposición semanal de los actos de gobierno y de respuesta a las preguntas de los periodistas, se ha referido al alma, intención y carácter de esta forma de comunicación de un Presidente con su pueblo. «Estas conferencias de prensa fueron ofrecidas por mí en campañas electorales anteriores y ratificadas en la de 1968. Yo creo que son útiles y me parece que hay bastantes venezolanos que también las estiman así; son un vehículo para informar directamente a la prensa y a los venezolanos que quieran escucharlas, porque ya se sabe que esta trasmisión no tiene carácter de cadena obligatoria, sino que cada uno puede interesarse o no en escuchar lo que el Presidente está informando. Al principio oí muchos comentarios y muchos juicios. Unos decían que esto era muy aventurado, otros que era una locura que el Presidente hablara todas las semanas, y otros aseguraban que esto no iba a tener interés para nadie».
«Creo que este diálogo ha ayudado mucho a que el pueblo todo, en todos sus sectores, se sienta partícipe en el conocimiento, en el análisis de las cuestiones que, en definitiva, al pueblo y a sus representantes corresponde resolver». «No quisiera extenderme mucho en consideraciones sobre el programa en sí, ya que es el país mismo el que tiene los elementos de juicio suficientes. Querría, sin embargo, hacer una observación: yo creo que para que este mecanismo funcione, lo que necesita fundamentalmente es que el Gobierno no tenga que esconder».
El profundo sentido de la democracia que ha inspirado siempre la acción política del Presidente Caldera, le ha dictado en todo momento las leyes de su conducta: «Yo creo que el país es mi juez» asevera en rotunda declaración de fe, con la persuasión de estar entregado al servicio de sus compatriotas. Sabe lo que ha costado el logro de las libertades políticas en el país y no pierde oportunidad para formular declaraciones para que no se malbarate un haber tan estimable que merece todos los sacrificios: «No solo consideramos posible sino indispensable, fortalecer el régimen de libertades, hacer más sólido cada día el proceso de institucionalidad democrática que el pueblo venezolano ha conquistado a fuerza de muchos sufrimientos, de muchas penalidades y de una fe, nunca perdida, en la democracia y en la libertad, sino que consideramos necesaria una transformación de todos los mecanismos estructurales de nuestra vida política y de nuestra circunstancia social, pero que estamos convencidos de que el camino para lograrlo es el de la libertad». Con frecuencia habla de «la dolorosa experiencia venezolana» en el proceso de la conquista de la democracia por fin establecida «porque salía del pueblo, porque el pueblo la había amado y deseado y al mismo tiempo, porque ese sentimiento general esta decantado en el pensamiento y en el espíritu de todos los sectores de la vida nacional». «La democracia en Venezuela no es creación artificiosa de unos cuantos pensadores o dirigentes políticos, sino expresión de la voluntad del pueblo, de la decisión del pueblo, de la necesidad del pueblo».
«La democracia se realiza todos los días» «¿Se puede gobernar sin persecuciones? ¿se puede mantener la paz en medio de la libertad? ¿se puede garantizar un pluralismo ideológico, dentro del cual todos expresan sus ideas y todos se organizan para defender sus aspiraciones e intereses y, al mismo tiempo, mantener el consenso fundamental indispensable para la vida de un Estado? ¿se puede realizar el desarrollo, dar los pasos vigorosos y decididos hacia la transformación económica sin necesidad de cercenar las libertades esenciales para la vida del ser humano y para la Nada de la comunidad? ¿se puede auspiciar el cambio social dentro del sistema democrático? Estas son preguntas fundamentales, que no solamente se hacen muchos pensadores en nuestro país, y que se han hecho a lo largo del tiempo y especialmente en el curso de estos últimos cinco años, sino que se las están formulando los que en naciones muy vinculadas a nosotros por la historia y por el destino común, piensan que no es justo cercenar la libertad y establecer mecanismos de persecución e implantar discriminaciones, como condiciones necesarias para realizar un programa económico o un programa social».
Movido por la seguridad en la eficacia del sistema democrático, el Presidente Caldera ha sido sumamente escrupuloso en el ejercicio ciudadano de los derechos políticos de sus compatriotas. Se convirtió en campeón de la paz ciudadana, persuadido de que «es un capital que el país tiene que cuidar, es una conquista realizada que vale mucho y que quizás es uno de los mayores legados que le voy a entregar al próximo Presidente». El porvenir de Venezuela y el de los demás países del continente depende, a juicio del Presidente Caldera, del implantamiento definitivo de la democracia como régimen de convivencia y de aprovechamiento de todas las fuerzas potenciales de cada comunidad. A ello, le atribuye una auténtica trascendencia histórica para el futuro de nuestras naciones. «Insistimos en que en la vía del diálogo, en el camino de la solidaridad pluralista y en el planteamiento de cuestiones que son fortalecimiento de nuestros países, quizás estemos en un momento histórico incomparable con cualquier otro desde los días grandes del proceso de la emancipación».
Es la visión del estadista que interpreta los sucesos en función del horizonte promisor en cuanto al desenvolvimiento de nuestras sociedades. «A los muchachos creo que hay que hablarles con el corazón desnudo y recordarles la historia del país», afirma el Presidente Caldera. La formación de una conciencia ciudadana ha sido sin duda el fin primordial de la vida política del Presidente Caldera. Se forjó él mismo en las luchas por implantar un credo político, iniciadas en plena mocedad, con las cuales curtió su carácter y reunió un grupo de prosélitos que integran y adoctrinan hoy un poderoso partido político en Venezuela. Los contactos con la juventud siguen siendo el mayor estímulo para su acción pública. Es risible la alegría experimentada por la designación de padrino en una de las graduaciones de liceístas que acordó dar su nombre a la promoción. De ahí derivó una sentencia que sólo puede pronunciarla quien haya experimentado las circunstancias del devenir público en el país: «En las dictaduras hay que ser valiente para oponerse al gobierno, y en las democracias hay que ser valiente para reconocer a un gobernante los méritos que pueda tener». «No sólo como Presidente se puede servir al país, sino que se le puede servir en cualquier posición y con cualquier responsabilidad». Son palabras de una personalidad que siente la vida democrática en lo más entrañable de su ser.
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En las páginas de estos tomos Habla el Presidente desfilan los grandes temas de gobierno durante la administración del Presidente Caldera. Los grandes logros, las grandes iniciativas, animado siempre por su ilimitada fe en Venezuela, en sus posibilidades y el sentido del destino histórico de nuestro país.
Se ha mantenido la autoridad y respeto por el poder civil, con rasgos de elevada dignidad, con sano criterio nacionalista democrático, con mantenimiento de la paz ciudadana a la que se ha logrado incorporar a quienes se habían marginado por falta de adhesión a la vida democrática. El profundo respeto del estado de derecho ha sido reconocido por todos y se ha vivido en el libre ejercicio de las libertades ciudadanas, con mantenimiento escrupuloso de los derechos humanos y políticos.
Se ha impulsado el desarrollo de Venezuela, con una política de grandeza y optimismo. Se está en camino de «dominar el petróleo». «Hemos sostenido que no basta sembrar el petróleo como si fuera una cosa adventicia o extraña, sino que tenemos que dominar el petróleo es decir, sentirlo como una cosa nuestra, mantenida siempre bajo el control de la soberanía nacional y dentro del mejor interés económico de Venezuela». Se ha procedido a acelerar la integración del país, en un proceso de transformación social y administrativa que ha comenzado ya a dar sus frutos, y cuya significación cabal se verá en las próximas décadas.
La conquista del Sur abre nuevas metas a los venezolanos del futuro, pues «casi la mitad de nuestro territorio estaba prácticamente ausente del desarrollo nacional, y allí tenemos espacio para albergar y para darle grandes fuentes de vida a una población varias veces superior a la nuestra». Estamos persuadidos de que el juicio de la historia habrá de ser favorable a la conducción de la Venezuela de los años 69 a 74, período durante el cual ha predominado la decidida y capaz voluntad de defender los intereses colectivos y los intereses del Estado, tanto en la vida interna ciudadana, como en la afirmación de la soberanía nacional respecto a los recursos naturales, en Ja actitud independiente y decorosa en la vida internacional y en la amplitud de relaciones hacia los demás pueblos de la tierra.
En el ideario de gobernante del Presidente Caldera durante su administración han jugado papel principal algunos enunciados que ha expuesto con frecuencia ante los más diversos auditorios: el nacionalismo democrático; la solidaridad pluralista de Latinoamérica, y la norma de Justicia Social Internacional.
El conjunto forma un cuerpo de doctrina coherente, amplio y totalizador, que nos da la talla de uno de los mayores estadistas de nuestro tiempo. En respuesta a la pregunta de un periodista, contesta el
Presidente Caldera: «He afirmado muchas veces, y quisiera insistir en ello, que el nacionalismo latinoamericano, tal como yo lo entiendo, no es contra nadie, sino por la defensa de América Latina, por la reivindicación de la soberanía de América Latina sobre sus propios recursos, por el fortalecimiento de la independencia de América Latina, no sólo en el plano político, sino en el plano cultural y económico». En numerosas oportunidades ratifica y amplía este concepto, que constituye una de sus convicciones más profundas: «Hay dos aspectos que todo venezolano tiene que mirar con orgullo: uno, los pasos que se han dado de verdadero nacionalismo, y de nacionalismo democrático, insisto, porque no es nacionalismo de un hombre o de un partido, sino de un pueblo, basado en el pluralismo y en el consenso, en materia de nuestros recursos naturales, en la afirmación de nuestros derechos y la obtención de lo que en justicia nos corresponde por nuestros recursos naturales; y otro, la presencia de Venezuela en el exterior, especialmente en América Latina y en el Caribe, donde no estamos aislados ahora. En verdad, en muchas circunstancias sentíamos como el peso de un aislamiento nacional. Hoy Venezuela se proyecta a base de cooperación leal y de adhesión franca a los grandes principios en América Latina, en el Caribe y en el mundo».
El profundo significado de la comunidad y fraternidad entre los pueblos forma el alma de la teoría de la Justicia Social Internacional, idea claramente expresada en múltiples oportunidades, en Venezuela y en el exterior, como asiento y base de las leyes de un Derecho de Gentes más equitativo. «Para el Gobierno de Venezuela, la tesis más importante en materia de política internacional y de relación entre los países industrializados y los países en vías de desarrollo es la referente a la Justicia Social Internacional. Hemos insistido mucho en esto: Si hay una comunidad internacional, cada uno de sus miembros tiene derecho a todo lo indispensable para desarrollarse y para alcanzar un nivel humano de existencia. Por tanto, los tratados de comercio, las relaciones económicas entre unos países y otros, los programas de asistencia técnica, la disponibilidad de los recursos financieros para cumplir el desarrollo, la soberanía y aprovechamiento correcto de los recursos naturales, todas estas cosas no son una concesión benévola de los grandes hacia los pequeños, sino un derecho que todos podemos invocar, un derecho que debe hacer que cambien las estructuras de los acuerdos internacionales entre las grandes potencias y los países que, por una circunstancia u otra, no han alcanzado todavía la plenitud de su desarrollo. Todo lo que se ha planteado en la UNCTAD acerca del mejoramiento de los términos de intercambio; todas las cuestiones relativas a los programas de asistencia, deben tender hacia lo multilateral para evitar que el aspecto bilateral sirva para imponer condiciones lesivas a los países que las están recibiendo. Todo esto sería la derivación de un concepto en el cual he insistido muchas veces; así como dentro de un país, la justicia social establece obligaciones mayores a cargo de los que más tienen, así en la esfera internacional los países más ricos o más poderosos no tienen por ello mayores derechos, sino mayores obligaciones y responsabilidades frente a los demás».
Este es el mensaje que el Presidente Caldera ha entregado a los países hermanos del Continente, arrogándose sin pretensiones ni falso orgullo una representación impuesta por la fuerza misma de su pensamiento: «Hemos hablado como venezolanos, en representación de nuestros compatriotas, de los derechos e intereses fundamentales de Venezuela, pero creemos también de nuestro deber, hablar como latinoamericanos para sostener y defender puntos de vista y actitudes que quizás no conciernen directamente a nuestra patria en el momento actual, pero que, por ser íntimamente la expresión de situaciones y de motivos de otros países hermanos, también los consideramos como nuestros dentro de esa actitud solidaria en que hemos venido insistiendo».
El lenguaje, noble y sobrio, con que ha expuesto esta doctrina ha prendido en las mentes y corazones de nuestros compatriotas del Continente, que han visto en las palabras del Presidente Caldera la expresión del ideal de interdependencia entre nuestros países, ideal que pertenece a la más noble y limpia tradición venezolana, pues fue objetivo y fin de los definidores de la política americana, desde Miranda, Bolívar y Bello.
La declaración de principios que entraña la idea de la Justicia Social Internacional, defendida por una persona como Rafael Caldera, modelo de ética política, puede transformar la participación de Latinoamérica en el centro forjador de un sistema de relación entre las naciones que supere la crisis actual con la concepción de un nuevo modo de vivir sobre la tierra. Si la Justicia Social interna se ha conquistado ya para regir una sociedad organizada en Estado, ¿por qué el mismo pensamiento no ha de ser eficaz para regir la comunidad de las naciones? Este propósito ha sido fundamento y acicate en el Presidente Caldera para sustentarlo en sus giras por el exterior y le ha granjeado el reconocimiento de los países hermanos que hablan castellano. La figura del Presidente Caldera, cada vez que ha hablado en nombre de Venezuela, ha conmovido a sus auditorios con la exposición de esta doctrina. Las ideas grandes y trascendentes han de estar apoyadas por la garantía moral de quien las expone. Más allá de las fronteras de nuestro país, se le ha reconocido al Presidente Caldera plena autoridad para expresar la palabra de una nueva esperanza en la coexistencia de los pueblos. Con ello, se le ha dado de nuevo a Venezuela el lugar que le corresponde modernamente en razón de su conducta en todos los momentos de su historia.
Esta es la grandeza del papel desempeñado por un Primer Magistrado Venezolano.
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Las bases para una nueva administración y una nueva política tanto como las directrices del país en la vida internacional, quedan señaladas hacia rumbos que no deberán desviarse. Un gobernante no puede apartarse nunca de sus conceptos políticos generales, a los que debe respeto y atención constantes, so pena de que se extravíe en el mare magnum de las pequeñeces de la rutina administrativa. La misión de un estadista está en ser fiel a su doctrina política, sin desviaciones ni renuncias.
«No todas las cosas han sido perfectas», dijo el Presidente Caldera al referirse a su acción de gobierno. Deseoso del mayor beneficio posible para sus compatriotas, lamenta que no haya logrado una mayor perfección, pero sin desmayos ni flaquezas ha sabido mantenerse firme en la aplicación de las ideas en favor de sus compatriotas y en la participación del fruto de sus convicciones políticas y humanísticas.
Aquí están, recogidos en cinco tomos, los textos de las ruedas de prensa del Presidente Caldera, desde el comienzo de su mandato hasta la víspera de la entrega del poder. El mensaje que contienen estará presente en el porvenir de la Patria. Son expresión de cinco años de madurez de un ciudadano que se ha desvivido para mejorar la vida de los venezolanos. Cinco años entregados apasionadamente a lograr el bien de su pueblo, por amor a su pueblo, por la fe en el porvenir de su pueblo.
Serán, sin duda, la memoria viva de un período histórico de la Venezuela moderna, que habrá sido gobernada por un hombre de excepción, gran ciudadano en los anales de nuestra tierra.
Luis Alberto Machado
Secretario General de la Presidencia
Caracas, marzo de 1974.