Betancourt ante la nación

Artículo publicado en el vespertino El Mundo el 22 de octubre de 1958.

La intervención de Rafael Caldera en el mitin del COPEI llevado a efecto la noche del 7 del corriente, y la exposición leída por Rómulo Betancourt ante las cámaras de televisión en cadena con otras radioemisoras del país, el martes 20, además de constituir lúcidos análisis de la problemática venezolana y, esbozos convincentes de programas de gobierno, inauguran, en nuestro país, un nuevo estilo político: el de la ponderación y altura.

Betancourt advirtió que: «Civilizar la controversia doctrinaria y hacer imposible para siempre el reaparecer del canibalismo político son contribuciones de primer orden al afianzamiento y estabilidad de los regímenes de derecho». También se comprometió «a erradicar del debate político nacional las desobligantes alusiones personales a quienes formen en otras tiendas partidarias y a presumir de buena fe en quienes profesen y sustenten puntos de vista que no pueden coincidir con los nuestros».

Fracasada la posibilidad de una candidatura única de unidad respaldada por los principales partidos venezolanos, -circunstancia que no cesaré de lamentar pues constituía la salida más beneficiosa para el país como lo han reconocido el propio Betancourt y Rafael Caldera-, sólo queda desear, fervorosamente, que la justa electoral abierta entre los candidatos de URD, COPEI y AD se ciña a normas de mutuo respeto por la persona humana y de repudio a las diatribas y a los estallidos demagógicos.

Las militancias políticas venezolanas, lo he dicho varias veces, en razón de lo limitado de nuestra experiencia democrática, se inclinan al sectarismo. Por otra parte, la existencia de fuertes porcentajes de analfabetas que no tienen acceso a todas las fuentes de información para formarse un criterio más o menos personal de la realidad política, propicia el gregarismo y las torna fácil presa de la demagogia. No obstante lo cual es preciso advertir que el pueblo venezolano, incluyendo a los analfabetas, posee altas virtudes naturales como son la bondad y el sentido innato de la justicia. Esas virtudes han hecho posible jornadas como las del 23 de enero, 23 de julio y 7 de septiembre. También hicieron posible las hazañas libertadoras de América.

Corresponde, pues, a las Directivas de los Partidos fijar el estilo político, moderar las pasiones, amansar los sectarismos, alentar los vuelos doctrinarios, levantar el tono del debate. Es lo que han hecho Rómulo Betancourt y Rafael Caldera. Estos dos dirigentes venezolanos se presentan como los políticos venezolanos que poseen las más definidas personalidades de hombres de Estado. Sus discursos como aspirantes a la Presidencia de la República, en vez de constituir apasionadas afirmaciones de personalismo sectario e intrascendente, han sido llamados a la cordura y esbozo de realizaciones concretas con base a un programa que contempla los principales aspectos de la problemática nacional.

Ya una vez elogié el discurso de Caldera. Ahora me corresponde señalar que la exposición leída por Rómulo Betancourt deja abierta todas las puertas de los entendimientos unitarios y a los acercamientos entre los diferentes grupos que integran la compleja sociedad venezolana. Tan sólo conspiradores y apasionados podrían negarle a esa inponderada, sincera y constructiva, su altura de miras y su inspiración conciliadora. Betancourt ha sido atacado siempre porque se le atribuían ambiciones desmedidas, agresividad hiriente, capacidad agitativa. Han corrido los años y ahora Betancourt se presenta más bien como un agente de concordia. Su exposición satisface las más opuestas exigencias. Fija posiciones conciliadoras frente a las Fuerzas Armadas, los sectores capitalistas, las otras agrupaciones partidistas, la Iglesia, ofrece garantías al capital extranjero inversionista contemplando, al mismo tiempo, reformas tributarias inspiradas en un sano sentido nacionalista. En lo que se refiere al problema electoral es contundente: «apoya, sin condiciones, la proposición formulada a los Partidos en el documento de la Junta Patriótica y de otros organismos, la cual se propone amortiguar, con candidatos a las Cámaras independientes, las posibles fricciones entre asambleístas miembros de partidos». Del mismo modo se manifiesta dispuesto a renunciar a su candidatura si se perfila un acuerdo unitario definitivo.

La actitud de dirigentes como Betancourt y como Caldera torna menos amarga la derrota de la candidatura única y unitaria. En estos momentos en que la República va a quedar gravemente debilitada debido a la renuncia del Contralmirante Larrazábal, quien ha preferido ser candidato a la Presidencia de un partido, que defensor permanente de nuestra Democracia a falta de candidato de la Unidad, un acuerdo entre COPEI y AD pudiera limitar las divisiones inminentes y preparar una alianza electoral deseable.