Rafael Caldera

Por Juan Páez Ávila, profesor UCV

Con un mensaje de unidad y convivencia civilizada, de lucha para salir de la «autocracia ineficiente» en que ha caído el país, dirigido a la juventud venezolana y al universo político en general, se despidió de esta tierra el Dr. Rafael Caldera, quien ejerció con inteligencia y apego al Estado de Derecho, dos veces, la Presidencia de la República. Fundador de la democracia cristiana en Venezuela, jugó un rol fundamental con Rómulo Betancourt y Jóvito Villalba en la consolidación de la democracia representativa, que durante cuatro décadas contribuyó a crear una conciencia civilista y democrática en la mayoría de los venezolanos.

Si hay algo insoslayable que destacar de la vida pública de Rafael Caldera, es que fue un hombre polémico, dentro y fuera de su Partido Social Cristiano, que defendió con firmeza sus ideas y sus aspiraciones políticas, cuando consideró que le acompañaba la razón histórica del papel que estaba llamado a desempeñar, sin ofender a sus adversarios, aunque posiblemente dejando algunas heridas que lo indujeron solicitar perdón por si con su ejecutoria política hubiese podido hacer algún mal. Creo que el mundo político comprendió el sentido profundamente humano y sincero de su mensaje, no sólo porque sus compañeros de partido con quienes discrepó internamente, se hicieron presentes en el acto del velatorio, lo cual algunos podrán interpretarlo como un cumplido cristiano, sino también porque sus restos fueron colocados en capilla ardiente en el IFEDEC, que preside Eduardo Fernández, a quien le hice la observación en el momento de la despedida, y quien destacó con satisfacción el significado unitario y trascendente de dicho acto.

Y en cuanto al país político que lo adverso siempre, reconoció en Rafael Caldera sus dotes de estadista, su conducta democrática y honesta en la conducción de los destinos de la Administración Pública, desde la Presidencia de la Cámara de Diputados hasta la Primera Magistratura Nacional en la que puso en práctica su talante democrático y su concepción integracionista de América Latina. Tanto en la primera y con la segunda presidencia llamó a la pacificación de los venezolanos y trazó las políticas necesarias para su realización. Liberó al país de los peligros e inutilidad de la violencia y contribuyó a consolidar una conciencia democrática, propia de una nación civilizada.