Rafael Caldera y los jóvenes
Por Jesús Peñalver
Decía el ex presidente Caldera que juventud era, palabras más palabras menos, «algarabía, ruido, alegría bulliciosa, pero también compromiso, deber y responsabilidad ante los retos del país».
Pues bien, el despertar de los jóvenes universitarios por los desmanes e injusticias nos ha llamado a la reflexión, nos ha hecho pensar sobre el país posible que nos merecemos, donde no tengan cabida los ciudadanos de cuarta ni de quinta categoría, especialmente por lo que significa rebelarse ante lo que ha sido calificado, nacional e internacionalmente, como un atropello a las libertades públicas por parte del gobierno, al pretender criminalizar las protestas de los venezolanos por todo aquello que se considera violatorio de elementales principios y valores de la democracia.
Los jóvenes iniciaron huelgas de hambre, entre otras protestas creativas, enfrentándose a la intolerancia, acoso y persecución del gobierno rojo rojito, que con su delirante dirigencia, no se imaginaba que estos dignos jóvenes venezolanos protestasen de forma pacífica, con un mensaje mesurado, bien centrado, sin consignas partidistas y mucho menos mortuorias; desligados de los partidos políticos, aunque es bueno decirlo, su admirable postura conlleva una oposición a la arbitraria, ilegal y violatoria decisión gubernamental que ha llevado a las cárceles venezolanas y al exilio a tantos compatriotas.
Celebremos la libertad de Julio César Rivas, alcanzada probablemente por efecto o impacto de la protesta legítima de los estudiantes; gracias a su arrojo, valentía y coraje, y quizás a la percepción y reacción del gobierno que no soportó el rechazo a tan deleznable medida coercitiva de la libertad del joven Rivas.
En esa decorosa actitud de los estudiantes se ve también la respuesta a la amenaza del gobierno, esa que apunta a la autocensura o al cierre de otros medios de comunicación, convertidos por aquél en piedras en el zapato, que molestan por pensar distinto, que supuestamente promueven «siniestros planes magnicidas» a través de mensajes subliminales.
En ese afán por controlarlo todo, el gobierno y sus operadores no permiten la disidencia, han sido incapaces o se han negado a tender puentes de comunicación y recibir a los opositores. De allí que la Asamblea Nacional se negara tozudamente a considerar, en su momento, el tema de la huelga de hambre de los estudiantes.
Damos las gracias a los valerosos jóvenes por las lecciones que nos dan, cuando marchan, protestan y vocean consignas a favor de la vida, de la paz, de la democracia, en frontal posición de lucha disciplinada por las libertades civiles, en contra de las políticas oficiales orientadas al control absoluto de la sociedad. ¡Bravo por ellos!
Del demócrata a carta cabal con cuyo aserto iniciamos estas letras, sólo nos resta reconocerle su civilidad a toda prueba, su talento como estadista (entre otras muchas áreas del conocimiento), su férrea adhesión a las instituciones democráticas, el respeto por la ley, sus dotes como ciudadano y padre formador de familia, y también, desde luego, la paternidad compartida de la democracia venezolana, cuyos cimientos no han podido doblegarse a pesar de la mandonería.