La diplomacia de Rafael Caldera

Por Julio César Pineda

Rafael Caldera pasa a la historia no solo por su testimonio político y el haber ejercido dos veces la Presidencia de la República (1969-1974 y 1994-1999), sino por haber sido un venezolano honesto y un intelectual en el campo del derecho, de la literatura y de las relaciones internacionales. Puede afirmarse que con Caldera se inició una nueva visión internacional desde y hacia Venezuela y un nuevo paradigma diplomático, con los principios de la Justicia Social Internacional, el pluralismo ideológico y político, la promoción continental de la democracia, la defensa de la soberanía y sus recursos naturales, la integración latinoamericana y caribeña.

Fue el primer Presidente en la Venezuela democrática, proveniente de un partido de oposición, desarrolló una política de pacificación que terminó con los movimientos guerrilleros, ejemplo que fue seguido en América Central.

En la política exterior de su primer período, permitió incorporar a Venezuela al mundo. Impulsó el recurso del petróleo como instrumento de desarrollo nacional y como centro de la diplomacia energética, tanto en la OPEP como en la necesaria cooperación con las economías no petroleras de América Latina, y abrió relaciones con Rusia y China, tendió la mano a la Cuba de Fidel Castro, así como propició el fortalecimiento de los países no alineados. Incorporó a Venezuela a la CAN y extendió los vínculos con el Caribe. Dejó de lado la doctrina Betancourt que había aislado internacionalmente a Venezuela, se aferró a la Constitución de 1961 en la defensa, consolidación y expansión del sistema democrático.

Consciente de la importancia del desarrollo en las fronteras, impulsó los programas del Sur, hacia Brasil, y la atención a la larga línea de separación con Colombia. Trató de recuperar los 150.000 km perdidos con Guayana en el Laudo Arbitral de 1899, con el Protocolo de Puerto España, adelantó las negociaciones con Colombia en el problema de las aguas marinas y submarinas del Golfo de Venezuela.

Llegó por segunda vez a la Presidencia en febrero de 1994, luego de la crisis política y económica que determinó la salida del Presidente Pérez, en mayo de 1993. Prolongó en la diplomacia las grandes líneas estratégicas de su primer mandato, fortaleció los vínculos con los sistemas subregionales, especialmente con el recién creado Mercosur y el Caricom. Hubo cierto distanciamiento con Estados Unidos por el manejo del ALCA, y especialmente cuando el gobierno de Clinton vetó la candidatura venezolana del canciller Miguel Angel Burelli Rivas a la OEA. Caldera privilegió una relación especial con Brasil, sin dejar de lado a México y Argentina. En el escenario mundial con la caída del Muro de Berlín, universalizó más su diplomacia, fortaleciendo vínculos con los nuevos estados de la Cortina de Hierro y con la creciente Unión Europea. Tomando el modelo de la construcción europea, en gran parte producto de la Democracia Cristiana de ese continente, buscó redimensionar la integración latinoamericana. Reafirmó en sus vínculos internacionales el carácter evolutivo de la democracia venezolana y la variable petrolera de nuestra economía. Frente a la apertura económica de Carlos Andrés Pérez y la crisis nacional, intentó Caldera con la «Agenda Venezuela» una nueva relación con el Sistema Financiero Mundial. Consciente del agotamiento del modelo democrático del Pacto de Puntofijo y la necesidad de reorientar el proyecto nacional, insistió en la necesaria reforma constitucional de 1961 pero dentro de los parámetros  que la propia Constitución establecía, y en la búsqueda de superar la democracia política hacia lo social. Fueron tiempos difíciles con la crisis financiera y la fuga de capitales, tuvo que devaluar la moneda y levantar el control de cambios, esto se complicó con la caída de los precios del petróleo y la crisis financiera y bursátil de América Latina. Caldera fue anfitrión de la Séptima Cumbre Iberoamericana en octubre de 1997 en Margarita, dentro del criterio de una relación especial con España y Portugal para la UE.

El 02 de febrero de 1999 se cerró la etapa presidencial de Caldera cuando entregó el poder al comandante Hugo Chávez, así empezaba una nueva etapa en la política nacional e internacional, con una Asamblea Nacional Constituyente y una nueva Constitución donde la diplomacia se iba a inscribir en el denominado «socialismo del siglo XXI».

Caldera fue el último presidente de la democracia sin calificativos ni condicionamientos, su política exterior y su diplomacia estuvo a la altura de las mejores cancillerías del continente. No sólo nos dejó la palabra «millardo», que fue acogida por la Real Academia Española, sino que sus enseñanzas y su testimonio son millardos de realizaciones que no podrán olvidarse, las cuales germinarán en los nuevos tiempos por venir.