Caldera y el Espíritu del 23 de Enero
Francisco Plaza, profesor universitario
«Queríamos una Constitución del pueblo y para el pueblo; una Constitución de todos y para todos los venezolanos. Para ello necesitábamos animar el espíritu de unidad nacional que caracterizó el movimiento del 23 de enero». Estas palabras, pronunciadas por Rafael Caldera el 23 de enero de 1961 en el acto de promulgación de la Constitución, sintetizan el compromiso vital que durante cuarenta años sirvió de fundamento a una república civil llamada a preservar el orden democrático como único e irrenunciable medio para asegurar la libertad, la paz, los derechos y la dignidad de los ciudadanos. A la construcción y consolidación de este compromiso dedicó su vida Rafael Caldera.
Una Constitución de todos y para todos los venezolanos exigía el compromiso de todas las fuerzas políticas de ver más allá de sus respectivas posiciones para converger en el conjunto de principios que debían servir como fundamento de la democracia venezolana. Cada fuerza política promovería su visión de país, pero ninguna desconocería que la «libertad es el instrumento activo para la conquista de los bienes que el pueblo venezolano tiene derecho a reclamar». Sólo con la solemne adhesión de todas las fuerzas democráticas a los principios que sirven de fundamento a una democracia plural podía lucharse «contra lo más ominoso del pasado, contra los resabios del asalto y del aventurerismo».
La Revolución Bolivariana ha sido el sistemático intento por destruir este espíritu de unidad que Caldera dedico su vida a construir y preservar. Como tantas veces antes en nuestra historia, padecemos un «régimen de fuerza que atropella todos los principios, que vulnera todas las limitaciones, que ataca a todos los valores esenciales de la dignidad humana y que se siente imbatible». Otra vez sufrimos la siembra de resentimiento entre venezolanos, que no trae otra cosa que «sacrificios, pero no mejoras; lágrimas, pero no cosechas; un extravío para volver al mismo punto, con un desengaño de más, con un tesoro de menos», para recordar las palabras de Cecilio Acosta que Caldera solía citar.
No puede valorarse el aporte de Rafael Caldera a Venezuela en tiempo pasado. Su legado está plenamente vigente y los efectos de su acción pública se mantienen como formidables reservas para la lucha. Gracias al camino de unidad que abrió, el pueblo venezolano se acostumbró a vivir en paz y libertad. Este es el más colosal escollo que enfrenta nuestro autócrata de turno para imponer su proyecto totalitario de dominación. Y conforme al rumbo que Caldera trazó a la República, reconquistaremos la democracia cuando alcancemos a reanimar el «ideal de la unidad como instrumento de lucha» para una vez más vencer «la ambición personal y despótica de los más audaces para arrogarse la conducción de los destinos nacionales» y así demostrar que «el pueblo de Venezuela es apto para vivir en libertad, para gobernarse a sí mismo y para conquistar su destino por su propia voluntad».