Segundo Mensaje del Presidente Rafael Caldera ante el Congreso Nacional. Caracas, 11 de marzo de 1971.

Segundo mensaje presidencial 1971

Ciudadanos Senadores:

Ciudadanos Diputados:

El optimismo con que me dirigí a la Nación el primero de enero del presente año ha sido confirmado ampliamente por los hechos. La economía venezolana entra en un firme proceso de consolidación y de expansión. La producción de petróleo crudo y derivados alcanzó en el año a más de 215 millones de metros cúbicos y un promedio de 3.708.000 barriles diarios. El beneficio obtenido se elevó en forma decidida por el aumento de los precios y de la participación fiscal, que en sus diversos renglones supera el 80% para el Estado. La actitud inequívoca de Venezuela en el ejercicio de su soberanía y en el aprovechamiento de sus recursos naturales ha sido puesta como modelo por lejanos países, los cuales han encontrado en nosotros aliento y respaldo en el propósito de lograr una participación más justa en el producto obtenido de su suelo.

La Conferencia de Países Exportadores de Petróleo celebrada en la ciudad de Teherán en los días 3 al 5 de febrero del año en curso fue, en cierto modo, la continuación de la reunión celebrada por la misma Organización en Caracas en los días 9 al 12 de diciembre; y el mensaje que dirigimos en nuestra capital, en el acto de instalación de la XXI Conferencia de la OPEP, a los países que producen el 87% del petróleo exportado en el mundo, fue traducido en forma diáfana por nuestra conducta en la capital iraní.

Como consecuencia de las Conferencias de Caracas y Teherán se ha producido un cambio histórico en el comercio internacional del petróleo. Los países exportadores han hecho valer su justo derecho a obtener mejores precios, acordes con la valoración en los mercados, al mismo tiempo que han llegado a un sistema armonioso por medio del cual todos se beneficiarán de la creciente demanda en el mundo.

Hoy es patente la toma de conciencia, por parte de todos los países exportadores, de la necesidad de defender los precios y de programar la producción, como lo acordó a proposición de Venezuela la misma OPEP en Argelia en su reunión del 24 al 26 de julio, para impedir el despilfarro de aquella insustituible fuente de energía, y para lograr como contrapartida de su utilización la posibilidad efectiva de realizar sus programas de desarrollo.

La aspiración que hemos planteado a los Estados Unidos de América sobre la necesidad de un trato hemisférico para nuestro petróleo se proyecta, en virtud de las circunstancias, como más oportuna que antes. Por parte nuestra, hemos de mirar siempre atentamente a aquel país como a nuestro principal comprador; por parte de los Estados Unidos, han de vernos como una fuente plenamente segura de suministro, probada tanto en tiempos normales como en situaciones de emergencia. Así lo expuse, en forma diáfana, durante la visita que hice a aquel gran país por atenta invitación del señor Presidente Nixon; no creo aventurado pensar que la marcha de los recientes acontecimientos en el mercado petrolero contribuirá a que se reconozca la justicia de nuestra posición y la conveniencia que el trato hemisférico tendrá para ambas naciones.

La tesis que he sostenido en nombre de Venezuela, en escala mundial, es la de que debiera celebrarse una mesa redonda que ponga en contacto directo a los gobiernos de los países exportadores con los de los países consumidores. Esta idea ha ido tomando calor y su realización constituiría un nuevo paso de progreso para la humanidad.

La realidad en cifras

El producto nacional creció en 1970 a la tasa más alta de los últimos cinco años; superior a la tasa anual media de la década 1960-69. Ello es muy importante; pero lo es más aún el que la tendencia al crecimiento, acentuada durante los meses finales del pasado ejercicio, continúa en sostenido ascenso, lo que ensancha las perspectivas, cuajadas de inmensas posibilidades, cuya realización es segura si nos mostramos capaces de un esfuerzo audaz, coordinado y armónico. Así, la coyuntura favorable ha de traducirse en resultados permanentes, a fin de multiplicar la potencialidad de Venezuela e incorporar el mayor número de sus hijos a la condición de sujeto y término de una gran transformación nacional.

El producto territorial bruto creció un 6%, estimado a los precios de 1968. Dentro de él, si bien el crecimiento del sector petróleo alcanzó un 3,2%, el promedio de los demás sectores llegó a 6,6%. Unos más, otros menos, todos reflejaron un notable incremento: 6% la actividad agropecuaria; 14% la minería de hierro, que fue el sector de más rápido crecimiento, cuyos mercados se ampliaron y cuyos precios subieron notablemente; 7,2% el sector manufacturero (dentro del cual las industrias intermedias aumentaron un 9,5%, las industrias metálicas básicas un 14,9%); 13,1% la producción de energía eléctrica; 12% la construcción; 4,7% el transporte y comunicaciones; 6,1% el comercio y las finanzas.

El circulante monetario ascendió a Bs. 6.437 millones, en términos que guardan sano equilibrio con los requerimientos del público; las inversiones y colocaciones de la banca comercial subieron a Bs. 9.286 millones; las cédulas hipotecarias, a más de Bs. 1.533 millones. Nuestras reservas internacionales están muy cerca de los mil millones de dólares.

La balanza de pagos ha sido favorable; y el aumento en la exportación de renglones no tradicionales está en el orden de un 45%.

Es satisfactorio señalar que, como consecuencia del auge de la actividad económica, especialmente en aquellos rubros que ofrecen mayores oportunidades de colocación, el número de nuevos empleos se estima en más de ciento diez mil. Ello significa que nos encontramos en un proceso de generación de oportunidades de empleo que supera netamente al crecimiento de la fuerza de trabajo, el cual se manifiesta en la escasez de mano de obra que comienza a sentirse en diversos sectores, como ocurre en algunos renglones de la industria de la construcción.

No es un deseo ingenuo el que me lleva a insistir en la necesidad de mirar con optimismo nuestro presente y futuro inmediato y disponer el ánimo a impulsar el país hacia la conquista de un destino mejor. Ni es un afán retórico el que me ha hecho afirmar que Venezuela está reclamando un lenguaje de franca promoción y que es preciso dejar a un lado antiguos complejos de amargura y frustración para disponer a ocupar, todos unidos, el puesto señero que por su origen épico y por su potencialidad creadora le corresponde a nuestra patria en el concierto de los pueblos latinoamericanos. Lejos de mi pedir que ignoremos la vasta serie de problemas planteados ante nuestros ojos como un reto capaz de encender más y más el entusiasmo para el trabajo sin fatiga y el empeño de no omitir esfuerzo para resolverlos; lo que reclamo es que, extendiendo la vista por todo el panorama, oteando en variados horizontes lo que ocurre en el mundo, nos demos cuenta de que Venezuela está en situación de verdadero privilegio y comprobemos que su ritmo dinámico la coloca ventajosamente entre las naciones que han despegado hacia su pleno desarrollo.

Recibimiento protocolar al Presidente Rafael Caldera en el patio del Palacio Federal Legislativo.

El objetivo de la paz

Mucho se está logrando en el campo de las realidades materiales. Simultáneamente, se realiza un empeño sostenido por afianzar la estabilidad y fortaleza de las instituciones dentro del cambio de las estructuras, se mantiene el goce pleno de las libertades y éstas se usan sin reserva por los medios de comunicación social, por las organizaciones políticas, por las corporaciones sectoriales de toda índole y por el común de los ciudadanos.

Todos los días se cumplen nuevas jornadas en la búsqueda incesante de la paz: paz interior, como condición de convivencia; paz exterior, a la cual queremos contribuir para que la humanidad supere las dificultades actuales y logre una existencia cónsona con el fabuloso progreso de la tecnología.

La política de pacificación es realidad tangible. Ella se manifiesta en el disfrute pleno de garantías y en la convivencia fecunda de todos los venezolanos. La pacificación, que en ningún momento ha significado ni significará connivencia, ni siquiera descuido, ante los escasos brotes que pretenden atentar contra ella, ha hecho viable el que organizaciones proscritas se incorporen a la lucha legal sin renunciar a su fundamentación ideológica.

La paz interior se refleja, con sentido dinámico, en la paz laboral. El movimiento sindical ha actuado dentro de las mayores garantías y ejercido plenamente la defensa y promoción de los intereses de la clase obrera. El sexto Congreso Venezolano de Trabajadores, celebrado en 1970 después de varios años sin realizarse un evento de tal magnitud, sirvió para poner más en relieve la solidez de los vínculos que unen, a través de la pluralidad democrática, a los dirigentes sindicales venezolanos. En los dos años del actual período constitucional se han celebrado más de dos mil quinientos contratos colectivos de trabajo (1.446 en el año de la Cuenta) y a través de ellos se han logrado notables progresos en las remuneraciones, prestaciones sociales y beneficios de diversa índole y en el propósito de colocar a los trabajadores venezolanos en una de las más altas escalas del continente. Con la circunstancia muy favorable de que el aumento se ha alcanzado sin que el proceso de inflación, que tanto daño hace en otras partes, se haya hecho presente en Venezuela. En ocasiones, la gente se queja del alza de precio de las susbsistencias; los medios de comunicación social dan a esas quejas gran repercusión; todo ello es perfectamente explicable; pero es necesario señalar que, a pesar del alza en los insumos extranjeros, de la elevación de las tasas internacionales de interés que sólo comenzaron a descender de nuevo en los últimos meses del año y del aumento notable en las remuneraciones, prestaciones y beneficios obtenidos por los trabajadores venezolanos, el índice general de precios al por mayor registró un incremento aproximado de sólo 1,4% y el índice del costo de la vida en el área metropolitana de Caracas de 2,1%. Hay renglones que han subido más, pero el promedio se ha podido mantener a un nivel razonable.

Seguiremos firmemente empeñados en nuestra lucha para frenar el alza de los precios, especialmente en los que más influyen en el presupuesto familiar y en las posibilidades de progreso de nuestra población. Hemos racionalizado, conforme a criterios uniformes, las tarifas de suministro eléctrico por parte de CADAFE, lo que significó una baja considerable para densos sectores de escasos recursos económicos. Se han dictado normas sobre precios y condiciones de ventas de vehículos, al contado y a plazos, en beneficio de los consumidores.

Ha constituido también un gran servicio para numerosas familias de clase media y baja, la regulación de la venta en propiedad horizontal de apartamentos en edificios construidos hace más de cinco años, la cual se había hecho fuente de abusiva especulación.

Es norma invariable del Gobierno auspiciar el ascenso en las contraprestaciones obtenidas por los sectores de más bajos ingresos, y favorecer una mayor participación del sector trabajo dentro del producto de la actividad económica.

Nuestro aporte a la paz exterior

En cuanto a la búsqueda de la paz exterior, a la vista están los pasos dados en una vía de acercamiento constructivo y leal. Ese acercamiento se ha hecho notar en todas las reuniones multilaterales a que hemos asistido. Varias se han celebrado en Venezuela, entre ellas la IX Conferencia Regional de los Estados de América Miembros de la Organización del Trabajo, la XI Conferencia Regional de la FAO, la XXI de la OPEP, la VIII Reunión Extraordinaria, a nivel de Ministros, del Consejo Interamericano Económico y Social y numerosos Congresos de entidades científicas, económicas, culturales, deportivas y técnicas que al recibir hospitalidad en esta tierra se hicieron eco de nuestra posición de apertura y cordialidad. Hemos dado muestras de un sincero deseo de amistad, señaladamente a los países del área del Caribe, dentro del cual tenemos un papel que no puede ser otro sino el de contribuir a la promoción del hombre y al entendimiento fraterno. Con el deseo de fomentar las relaciones con los demás Estados, de explorar y consolidar las posibilidades de cooperación cultural y técnica, lograr un mejor intercambio económico y asegurar nuevos mercados, el Ministro de Relaciones Exteriores y otros Miembros del Despacho Ejecutivo han realizado numerosos viajes y hemos recibido frecuentes visitas de altos funcionarios de países amigos, entre ellos, los jefes de gobierno de las Antillas y Surinam, con cuyos países cultivamos excelente amistad. Con eses constante intercambio se han podido disipar recelos, aclarar malentendidos y cimentar sólidamente modos de colaboración que ya comienzan a rendir sus frutos. El más reciente de esos viajes, efectuado a Guyana por una misión encabezada por la Ministro de Fomento, atendiendo a una invitación del Gobierno de aquel país, tiene una proyección notable.

De modo especial, nos hemos esforzado y nos esforzaremos en mantener una amistad sin sombras con la hermana Colombia: tanto más obligante cuanto la conmemoración de los primeros 150 años de las jornadas decisivas de la Independencia contribuye a mantener presente ante nuestros ojos lo que fuimos capaces de hacer juntos bajo la inspiración de Bolívar. La voz del Padre de la Patria gravita sobre nuestras conciencias. Su llamado no fue para el encuentro circunstancial, con el solo objetivo de ganar gloriosas batallas en los días de la emancipación, sino para que perseveráramos en conjugar nuestras acciones a fin de resolver problemas comunes, inherentes a nuestro destino. El hecho de que se hayan ventilado en forma pública cuestiones del mayor interés para ambas naciones no puede conducir sino al mejor conocimiento de los temas, para que su solución emane de un entendimiento sincero.

Es a Venezuela a quien más afecta esas cuestiones. La delimitación de áreas marinas y submarinas se plantea en una ubicación territorial muy inmediata a un área vital que, tanto actual como tradicional e históricamente, ha tenido y reviste gran importancia para la vida misma de la nación. Así lo reconocieron eminentes patricios colombianos, cuyo indiscutido e insospechable patriotismo jamás impidió mirarnos con entrañable afecto e interpretar con hondo sentido fraternal la posición venezolana. En cuanto a la presencia, estimada en centenares de miles, de personas que a través de una extensa frontera terrestre han venido a nuestro territorio al margen del ordenamiento jurídico, el Gobierno ha reiterado su amplia disposición humana que favorece a la inmensa mayoría de las mismas, pero no puede abandonar su deber de impedir la continua agravación del problema. También voces colombianas muy altas se han emitido para reconocer la soberana atribución de nuestro país de dictar y hacer cumplir sus leyes, y la necesidad de una actitud correlativa, a un lado y otro de la demarcación fronteriza, para impedir que los hechos se agraven y que una incorrecta apreciación de los mismos pueda enturbiar las relaciones entre los dos países, precisamente en el momento en que más y más nos convencemos de la urgencia de una franca cooperación.

No habrá, ni puede haberlo, entre Venezuela y Colombia ningún proceso conflictivo que desdiga de la fraternidad histórica. Venezuela ha reiterado y reitera a la nación hermana sus sentimientos de afecto, que no pueden deteriorarse por la claridad con que hemos planteado la trascendencia de nuestros derechos; y de parte de los más calificados voceros de Colombia –muy especialmente del Señor Presidente Pastrana- hemos escuchado un lenguaje de altura, cónsono con el que nos hemos esforzado en mantener y mantendremos a los largo de las conversaciones.

El mismo propósito de paz explica la fundamentación de un documento cuyo conocimiento reposa en manos del Congreso. Me refiero al protocolo suscrito en Puerto España el 18 de junio, cuya sustancia es la de prolongar por cierto número de años el término de las conversaciones diplomáticas abiertas por el Acuerdo de Ginebra en relación al territorio que Venezuela reclama hasta las márgenes del Esequibo. Ninguno de los títulos de la República se ha puesto en entredicho. Se han ratificado todas las fórmulas expresadas por nuestro país sobre aquella zona, de la que fuimos despojados en tiempos nefastos, cuando imperios poderosos desconocían a su antojo los derechos de los países débiles. Se ha dejado constancia plena de que ningún hecho que ocurra en el lapso previsto podrá invocarse, a título de posesión, a manera de precedente ni en cualquier otra forma, contra nuestro país; y mientras tanto, hemos quitado argumentos a quienes querían presentarnos ante el mundo como si nos halláramos en plan de agresión contra quienes tuvieran menos fuerza que nosotros y hemos atenuado las tensiones en nuestra extremidad sur-oriental. Al mismo tiempo, mientras dedicamos la máxima atención a otros asuntos planteados en nuestras relaciones internacionales con carácter inmediato, nos afanamos en acelerar programas de desarrollo, obras de infraestructura y asentamientos humanos en las regiones próximas a aquéllas para hacer más eficiente nuestra presencia y nuestro destino y nos hemos acercado a las naciones de habla inglesa del Caribe, que pugnan por consolidar su independencia mediante su transformación social y económica, deseando que nuestra voz resuene como la de un pueblo que siempre ha sido cordial y que puede aportar, con la cooperación técnica y con formas variadas de colaboración, una contribución importante al progreso de esta parte de nuestro Continente.

Nacionalismo democrático

Es así como, dentro de un impulso renovado a diario en pro de la paz interna y externa, movido por un vivo anhelo de entendimiento con todas las naciones, especialmente con aquellas de las que nos encontramos más cerca por la geopolítica, por la cultura, por la historia o por las posibilidades de intercambio, nos proponemos llevar adelante el fortalecimiento de Venezuela: para que sea capaz en toda circunstancia de mantener su soberanía, su integridad y la fortaleza de sus instituciones y ofrecer a todos sus habitantes y a las generaciones venideras un sitio para participar en la construcción de su destino y en el aprovechamiento de las posibilidades que la Providencia ha puesto a nuestro alcance con visible predilección.

Por esta razón, no nos hemos quedado indiferentes ante la situación hemiplégica que mantiene a la mitad de nuestro territorio en situación de reducida actividad. La conquista del Sur, la cual entraña el ímprobo afán de incorporar definitivamente las inmensidades amazónicas a la vida del Estado moderno desenvuelto en la otra mitad territorial, de abrir picas que se convertirán en carreteras, de construir aeropuertos, sembrados en la extensión de nuestra selva, de levantar poblados que sirvan como polos primarios para irradiar progreso humano, de plantar emisoras para hacer llegar la voz auténtica de nuestra nacionalidad hasta los más remotos confines, de hacer la prospección de sus recursos para conocerlos seriamente, es una empresa llamada a encender el entusiasmo de nuestras juventudes, a comprometer el coraje de sucesivas generaciones y a recibir respaldo franco de todos los sectores de la vida venezolana.

Creemos necesario un vigoroso y sano nacionalismo democrático que nos haga valorar cada vez más lo propio y depender menos de los factores foráneos en lo que concierne a los elementos esenciales de nuestra economía y de nuestro modo de ser colectivo. Deseamos atraer la vista de los jóvenes hacia las fuentes que inspiraron increíbles hazañas y que hoy deben acicatearnos y orientarnos en la empresa del cambio para la construcción de un nuevo destino nacional. De allí el que tomemos a pecho la celebración del Sesquicentenario de la Batalla de Carabobo, en la que el genio del Libertador y el empuje irresistible de nuestros llaneros rubricaron la independencia de Venezuela; y el que hayamos decretado se tenga cada año, en todos los planteles educacionales, una semana de estudios bolivarianos destinada a analizar el mensaje y exaltar la figura del gran caraqueño, en forma apropiada a los distintos niveles del proceso educacional.

Entrada del Presidente Rafael Caldera al hemiciclo del Senado, donde presentará su segundo mensaje de gobierno.

Inversiones para el desarrollo

Dentro de esta idea nacionalista, democrática, orientada por la necesidad y por las exigencias del cambio social, se ha estudiado profundamente lo relativo a la inversión de los nuevos ingresos que habrá de percibir el país como consecuencia del auge creciente de la economía petrolera. Sería un crimen malgastarlos. Sería también suicida encajonarlos sin permitir que cumplan una función vivificante en un país que aunque tiene grandes recursos confronta también grandes necesidades.

El Gobierno que presido sostiene que el aumento del ingreso fiscal debe dirigirse en primer término al cumplimiento de programas de desarrollo y considera que esta convicción es compartida por todo el país: en primer término, por el honorable Congreso. Fondos urgentes y cuantiosos requerirá el incremento de las actividades de la Corporación Venezolana del Petróleo en los nuevos rubros que habrá de atender, la exploración de nuevas áreas y en la determinación del potencial aprovechable de la faja bituminosa del Orinoco, a la cual debemos mirar como la gran reserva nacional para la explotación futura; los procesos necesarios para poner en marcha nuestras minas, a través de la Corporación Minera cuya creación propondremos al Congreso; la ya económicamente orientada reactivación de nuestros yacimientos de carbón mineral; la expansión de nuestra industria de refinación del mineral de hierro; el avance hacia metas siempre más ambiciosas de producción de energía eléctrica, con grandes sistemas hidráulicos en el Oriente y en el Occidente del país y un sistema ágil de intercomunicación en todo nuestro territorio; el impulso de nuestra industria petroquímica; el fomento de nuestras exportaciones no tradicionales; la intensificación de nuestro desarrollo agropecuario; el aprovechamiento, en vías de sistematización, de nuestra riqueza pesquera; el cumplimiento de los objetivos señalados al proceso de reforma agraria; el poblamiento armónico de nuestras áreas fronterizas; la industrialización y sistematización del turismo, para convertirlo en renglón importante de nuestra balanza de pagos, de nuestros programas ocupacionales y de estímulo a otros rubros de la economía nacional.

Pero entendemos el desarrollo no sólo en sentido económico, sino también en sentido social: la transformación y capacitación del material humano, que constituye la mayor riqueza del país, hasta un nivel que lo haga cada vez más apto de forjar con sus propias manos su destino. Esta misma convicción ha sido manifestada, en términos variables pero con un denominador común, por las fuerzas políticas representadas en el Congreso.

Reclaman la atención del Estado problemas inaplazables de desarrollo social, cuyo diferimiento causaría daños y retardos considerables. Hay hospitales cuya construcción terminó y no han podido ponerse todavía a funcionar; otros están dando rendimiento parcial, cuando existe la necesidad de utilizarlos plenamente al servicio de sus poblaciones. Hay muchos lugares de Venezuela que, a pesar de la obra cumplida a través de los años en materia de vialidad, se encuentran aislados, o tienen caminos precarios que no responden a su necesidad y posibilidad de desarrollo; por otra parte, ya son insuficientes carreteras estrechas para el gran movimiento de vehículos en áreas densamente pobladas, lo que impone adelantar tramos de la gran ruta nacional que deberá abarcar, en el término improrrogable de una generación, la comunicación arterial del país desde Maracaibo hasta Ciudad Guayana. Hay grandes obras de infraestructura cuya construcción es inaplazable: tales, las que hagan operante la conquista del Sur, o las que realicen en el llano el objetivo primordial que una vez denominé «la doma del agua», a través de complejos hidrológicos como el que se ha comenzado a construir en Apure, a fin de hacer la tierra más accesible en el invierno y más aprovechable en el verano.

Las ciudades, que crecen vertiginosamente, presionan por servicios esenciales: algunas carecen de cloacas; otras tienen aún insuficiente suministro de agua; la mayoría, dotadas ya mediante duro esfuerzo de sus planos reguladores (cuya elaboración, al ritmo que llevaba, habría tomado mucho tiempo) exigen redes de vialidad urbana que si se dejaran para más tarde costarían sumas fabulosas, y programas de saneamiento ambiental y recreación que hagan no sólo soportable sino grata la vida de esos conglomerados.

La necesidad de invertir en un programa prudente y eficaz de dotaciones para la defensa nacional ha sido advertida en forma unánime. Sin excesos armamentistas que nadie puede propiciar y que distorsionarían la ejecución de los programas de desarrollo, es urgente renovar el material de nuestras Fuerzas Armadas. Lo requieren para cumplir a cabalidad sus delicadas labores, dentro del proceso de tecnificación de que son objeto y que debe marchar paralelo con la transformación del hemisferio. El país debe estar seguro de tener siempre en ellas un instrumento idóneo, para que este pueblo soberano y libre viva en paz consigo mismo y sus vecinos y se mantenga inquebrantable el cumplimiento de las leyes.

Los hechos han demostrado la necesidad de dotar suficientemente los servicios encargados de garantizar la vida, la libertad y los bienes lícitamente adquiridos. La lucha contra la delincuencia es demanda de la población entera, dispuesta manifiestamente a respaldar la acción enérgica de los cuerpos policiales contra los delincuentes, quienes quiera que sean. Estoy seguro de que habrá consenso en otorgar a los agentes de la sociedad mayores medios para cumplir esta fundamental misión.

La urgencia de la vivienda popular es muy sentida en los grupos de escasos ingresos económicos. Son incontables las solicitudes que a diario nos llegan, de familias de clase media, de familias obreras, de familias campesinas, y el número de habitaciones que se construyen es todavía insuficiente para llegar al fondo de la solución de esta necesidad primaria. Este hecho es acicate a nuestra voluntad. Mucho hemos avanzado en la sistematización del esfuerzo que todos los sectores sociales han de cumplir para lograr el objetivo de poner un hogar decente, accesible, confortable e higiénico al alcance de toda la familia venezolana. La construcción de viviendas por el sector público se ha intensificado, especialmente las destinadas a los solicitantes de más bajos ingresos y hay un ambicioso programa de urbanizaciones populares. Los incentivos creados han estimulado la participación del sector privado en la construcción de viviendas de interés social, mucho más allá de lo que inicialmente habría podido esperarse. El volumen del Sistema Nacional de Ahorro y Préstamos crece rápidamente. La designación de un Ministro de Estado para asesorarme y coordinar la programación de la vivienda ha sido reconocida como un hecho de significación. Es opinión general la de que ya se hace oportuna la creación formal de un Ministerio para atender los variados aspectos que concurren en cuestión de tanta trascendencia, desde el punto de vista social, laboral y económico.

Para la política habitacional ha llegado el momento decisivo, pues están listas las bases y se puede contar con los recursos necesarios para alcanzar las metas propuestas. Este es un evidente anhelo general, y estoy convencido de que el Congreso no escatimará su aprobación a los planes que le presentaremos.

Sabemos que la programación del desarrollo exige una inversión cada vez más alta en la promoción de recursos humanos. Sin ellos correrían peligro de frustrarse las más halagüeñas esperanzas y de encontrar serios obstáculos las más nobles aspiraciones nacionalistas.

Mucho hemos avanzado en la reforma de la educación: hemos creado institutos universitarios para facilitar el acceso de los jóvenes a las carreras técnicas cortas; hemos dado estímulo y respaldo al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas y al Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas; pero en esta materia los requerimientos aumentan vertiginosamente como consecuencia del progreso y de la modernización del país.

En cuanto a los servicios de mayor incidencia en la actividad diaria de los habitantes, tales como el tránsito y las comunicaciones postales, telegráficas y telefónicas, a medida que más se hace más se ve lo que falta por hacer: se requiere una acción de gran envergadura y esta reclama nuevas inversiones.

Sobre las necesidades mencionadas y otras muchas de enorme interés llega constantemente el clamor de nuestros compatriotas desde todas las regiones del país, no sólo a los Despachos del Ejecutivo sino también, como es lo lógico, a la sede de los representantes del pueblo. Estos suelen acompañar –y en ocasiones encabezar- las comisiones que desean exponerme a través del diálogo permanente que mantengo con toda la nación, las urgencias más hondamente sentidas y las carencias padecidas con más rigor por las distintas poblaciones y a solicitar el que se incluya su consideración en los presupuestos y planes inmediatos del Estado.

La emoción de la obra cumplida

En el informe acompañado al presente Mensaje se encontrará una exposición más detallada y precisa de la acción política y administrativa cumplida en el año de la Cuenta. Grandes satisfacciones hemos tenido en él.

Al ver el presupuesto equilibrado, nos complace pensar que esto conlleva una nueva garantía de la estabilidad de nuestro signo monetario y de la posibilidad de cumplir programas que respondan a una jerarquización adecuada de las necesidades del país. En el año fiscal, aun antes de contabilizar el aumento debido a los nuevos precios del petróleo, el ejercicio fiscal cerró con ingresos más altos de la estimación inicial. Entre 1970 y 1971 la tasa de crecimiento del gasto corriente se ha reducido al 3,8%, que es la rata de aumento menor desde 1965. La adopción del Presupuesto-Programa ha dado satisfacción a un deseo común expresado desde hace tiempo; establece una más estrecha vinculación entre el gasto y las metas establecidas, una más fácil contabilidad de costos y una posibilidad mayor de control de la gestión y de la inversión del situado constitucional

Al inaugurarse obras como el Terminal Internacional, que es parte de la primera etapa del Aeropuerto de Maiquetía, hemos compartido la íntima emoción vivida por cada uno de los millares de pasajeros venezolanos que todos los meses regresan a la patria y al tomar contacto con ella adquieren la visión de una Venezuela moderna y distinta, o la experimentada por visitantes y transeúntes extranjeros que se llevarán de Venezuela una más favorable impresión. Cuando contemplamos obras como las que ya comienzan a verse en El Tablazo, o como la vigorosa ampliación del Complejo Industrial de Ciudad Guayana, donde a cada paso surgen nuevas fábricas, hoteles, autopistas, edificios, liceos; o cuando iniciamos obras como el Aeropuerto Internacional y el Muelle Internacional de Margarita; cuando vemos ya cercano a concluirse en la ciudad de Cumaná el sistema de protección que le impedirá en el futuro ser víctima de las inundaciones del Manzanares, o compartimos el agrado cuando procedemos definitivamente a los estudios de la gran presa del Yacambú o del sistema hidroeléctrico del Uribante y del Caparo o de otras represas de menor tamaño pero de gran utilidad, en muchos lugares del país; cuando vivimos con el pueblo de Maracaibo la emoción producida por la primera etapa de la reurbanización de El Saladillo, o la construcción del Parque Urdaneta, o por el rescate de los barrios Manzanillo, Sierra Maestra y Corazón de Jesús; cuando hemos visto con complacencia la remodelación turística de la ciudad de Coro, o las obras de vialidad urbana de San Cristóbal o Mérida, Maracay, Acarigua o Barinas; cuando participamos en la inauguración de Liceos y Escuelas o de centros de alta cultura como el Teatro de Bellas Artes de Maracaibo o el Ateneo de Boconó; cuando notamos que en un solo año se crearon 1072 nuevas secciones de Educación Media; cuando vemos iniciarse la renovación del casco urbano de Caracas con las construcciones del Parque Central en El Conde, o anticipamos lo que será el Parque La Charneca según las recientes disposiciones adoptadas, cuando vemos que nuestra metrópoli va a ser dotada de un coliseo, el «Poliedro» de la Rinconada, que hará posible la celebración decorosa de toda clase de eventos y de una gran Sala de Conciertos; cuando sabemos de la alegría experimentada por los habitantes de la ciudad de Barcelona al convencerse de que ella también va a ponerse definitivamente a salvo de las crecientes del Neverí; la de los habitantes de la Costa Oriental del Lago por el plan de servicios y vialidad urbana, ya en ejecución; o de los habitantes de San Felipe y pueblos cercanos, por la iniciación de los trabajos del Central Río Yaracuy: o la de los habitantes de Monagas por el Central Santa María, o porque ya va estar en marcha la explotación del mangle; o la de la gente de la Mesa de Guanipa porque, a pesar de las dificultades y problemas que hay todavía que resolver, es una realidad la explotación y aprovechamiento del maní; o cuando pensamos lo que significa para la gente del Apure el complejo hidrológico, para la de Barinas y estribaciones andinas el programa MAC-FAO, para los guariqueños la apertura de nuevas vías, entre ellas las que hacen de Cabruta una de las puertas naturales de acceso a la vasta región del Sur; cuando vemos surgir, a través de una planificación que fue resultado de estudios concienzudos, los sistemas de vialidad urbana, muchos de los cuales están en plena construcción en las más importantes ciudades del país; o la dotación de parques y áreas verdes a sus conglomerados; cuando palpamos la calle, y el agua, y la cloaca y la cancha deportiva, y la escalinata en el cerro y el mejoramiento de la vivienda humilde, en los barrios que por todas partes circundan nuestras áreas densamente pobladas; cuando sentimos ya en marcha la reactivación de minas de carbón, o el incremento de nuestros esfuerzos con el hierro; o admiramos la majestad de las obras monumentales que en el Campo de Carabobo harán renovar a todos los peregrinos de la patria su fe en la grandeza nacional; cuando aplaudimos la gallarda actuación de nuestros atletas en los Juegos Bolivarianos; cuando ponemos en marcha buques mercantes hermosos y modernos, cuando abrimos comunicaciones al mundo por la vía del satélite o vemos llegar a nuevas poblaciones el discado directo; cuando se inician o complementan obras de riego y se consolidan las tierras y la tenencia jurídica de los campesinos, se amplía el crédito agrícola a volúmenes que sobrepasan cualquier cifra anterior y se lo hace llegar en mayor abundancia hasta los pequeños productores pecuarios; cuando se verifica que el proceso de regionalización continúa firme y que nuevas Corporaciones de Desarrollo van integrando una red armónica de promoción de todas las regiones, para que el desarrollo no engendre mayor desequilibrio, antes ofrezca posibilidades semejantes; cuando se recibe cada día la invitación para asistir a la inauguración de nuevas fábricas, o a la celebración de jornadas científicas, o a la realización de eventos en los cuales visitantes foráneos expresan a los venezolanos su sorpresa entusiasta y la admiración que les ha provocado nuestra patria:

La voluntad encuentra nuevos cauces y el deseo de trabajar haya renovado incentivo para entregarse sin cansancio a la apasionante tarea y para invitar una y otra vez sin mezquindad a todos, por más enconadas que aparezcan sus diferencias específicas, a la generosa participación mancomunada en una obra que desborda toda demarcación egoísta.

El proceso de cambio marcha. Quizás la misma multiplicidad de sus aspectos hace difícil que se le aprecie suficientemente. Pero lo cierto es que 1970 fue un año dentro del cual Venezuela quemó etapas cuya importancia será más estimada a medida que transcurra el tiempo.

Rafael Caldera y el presidente del Congreso Nacional, José Antonio Pérez Díaz.

El IV Plan de la Nación

En esta oportunidad voy a consignar ante ustedes el Cuarto Plan de la Nación. Su preparación ha sido laboriosa, como tiene que serlo el trazado de rumbos que no se dibujan sobre un papel en blanco, sino que deben adaptarse a una realidad compleja cuyas exigencias son múltiples, a situaciones existentes que oponen natural resistencia a todo lo que significa innovación. El será objeto de revisión dentro de su vigencia quinquenal. Los mismos hechos surgidos en el mercado petrolero ya suponen algunos ajustes que a grandes rasgos se encuentran contenidos en la exposición que acabo de hacer.

En la elaboración de este plan se ha hecho un especial esfuerzo para incluir en el mismo un conjunto de proyectos concretos que habrán de materializarse durante su período de ejecución. El Plan es vinculante para el sector público e indicativo para el sector privado. El contribuirá, indudablemente, a facilitar al Congreso la consideración de las proposiciones que le sean hechas por el Ejecutivo y podrá servirle de orientación en las decisiones que vaya a adoptar.

La reforma administrativa

Para lograr mejor el cambio que el país reclama y para alcanzar con mejor rendimiento las metas de la Administración Pública es necesario llevar adelante la Reforma Administrativa. Sobre su importancia vienen pronunciándose desde tiempo atrás los más variados sectores de la vida política, económica y social de la Nación. Aquí se hace más resaltante todavía aquella verdad de que no pueden trazarse planes teóricos como si se fuera a levantar desde sus cimientos una estructura totalmente nueva. El cambio se debe hacer sobre una cosa viva, reajustando sistemas y normas que fueron apareciendo fragmentariamente ante urgencias inmediatas y yuxtaponiéndose unas a otras, y que hoy oponen la fuerza de la inercia a las medidas correctivas.

Me he empeñado en inculcar a los servidores de los entes públicos un sentido de responsabilidad y eficiencia y una mística de honestidad. Esta exigencia es tanto más justa cuanto el Estado se esfuerza más en reconocer a esos servidores mayores ventajas, asegurarles mejores prestaciones y dotarlos, satisfaciendo un anhelo largamente sentido, de un status legal que se refleja en su estabilidad. Es indispensable un acuerdo entre las ramas del Poder Público para que la Reforma Administrativa se haga con la celeridad necesaria y obtenga resultados óptimos. En éste, como en otros asuntos, la acción del Gobierno no se orienta a obtener mejoras tangibles para un período constitucional, sino a ofrecer al Estado, y a quienes puedan ser sus personeros en los períodos siguientes, una instrumentación más idónea para que su esfuerzo resulte positivo, en beneficio de los altos fines que deben guiarlo en todo instante.

Senadores, diputados, periodistas e invitados especiales, durante la alocución del Presidente Caldera.

Ciudadanos Senadores,

Ciudadanos Diputados:

Con profunda fe en nuestro destino hablé en nombre de mi pueblo y expresé el orgullo de ser latinoamericano durante la visita que hice a los Estados Unidos. Mis palabras fueron la exacta traducción de una actitud y la rotunda afirmación de aspiraciones y derechos en cuya procedencia creo. La tesis de la Justicia Social Internacional ha sido proclamada en vastos e importantes escenarios del mundo y consagrada en importantes documentos. El más reciente es la declaración de Lima, suscrita por los Ministros de Educación de Venezuela y de los países del Grupo Subregional Andino para fijar orientaciones y objetivos al cumplimiento del Convenio Cultural «Andrés Bello», adoptado en Bogotá el 31 de enero de 1970 a proposición de Venezuela y considerado como el más importante compromiso de integración cultural en el área de nuestros países.

La integración económica latinoamericana

La materia de la integración la vemos como algo que nos obliga a tomar decisiones claras y a no cuantificar el empeño. No creemos en el aislamiento, ni siquiera de aquellos pueblos cuya magnitud ha podido hacerles pensar en alguna ocasión que se bastaban por sí mismos. Miramos el proceso de integración de América Latina como un imperativo inexorable. Consideramos perentorio el deber de favorecer la integración económica latinoamericana y suscribimos con entusiasmo la norma programática que así lo consagra en nuestra Constitución. Nos complace que en el año vencido haya comenzado a funcionar en Caracas, con nuestro respaldo total, la Corporación Andina de Fomento, de cuyos actos esperamos mucho más que de expresiones declamatorias, la programación y ejecución de proyectos concretos de desarrollo conjunto. Pero, por otra parte, observamos que es necesario ahondar en el análisis completo de las circunstancias, posibilidades y alternativas que Venezuela debe considerar para la integración, cuya valoración objetiva constituirá la mejor garantía de que las decisiones adoptadas serán las que convengan más. En virtud de lo expuesto, he ordenado a la Oficina Central de Coordinación y Planificación preparar un gran foro nacional donde se haga una estimación seria de circunstancias, una completa formulación de alternativas y una confrontación de puntos de vista, sobre los datos que nos enseñen la estrategia a adoptar. A ese foro deberán concurrir los mejores técnicos al servicio del Estado y de los establecimientos públicos, lo mismo que los del sector privado o de organismos científicos o profesionales; los grupos políticos de diverso signo interesados en el problema, los representantes de las empresas y de los trabajadores y los de todos aquellos órganos de la vida social que tengan algo que decir en tan importante materia. Debemos dejar aclarada cuáles son nuestras posibilidades efectivas y las iniciativas que hemos de impulsar en el seno de la ALALC; cuáles, las reales circunstancias y horizontes dentro de la integración subregional propuesta por el Pacto Andino; qué posibilidades se abren ante nosotros, ubicados en una situación muy especial, en el extremo norte de los Andes, en la posición más septentrional de Sur América, con nuestras costas bañadas por las aguas del Caribe y del Océano Atlántico y nuestro territorio atravesado por uno de los sistemas fluviales más importantes del mundo. Ya ha llegado para Venezuela la hora y punto en que la integración baje de las definiciones generales a los planteamientos concretos y en que respondamos a éstos, no con fórmulas prejuiciadas, sino con determinaciones positivas.

Es un hecho en la América Latina el convencimiento sobre lo necesario de la unidad, por encima de las diferencias de régimen político (determinadas en gran parte por circunstancias específicas de cada país y frente a las cuales la norma más sabia es el respeto a la autodeterminación). También se hace cada día más palpable en este Continente una posición nacionalista: a siglo y medio de la independencia, prende en el alma de nuestros pueblos la aspiración a ser cada vez más dueños de lo suyo y ejercer el atributo soberano de regir sus destinos. A veces, esta posición nacionalista toma aspectos de xenofobia, se manifiesta en formas agresivas o se traduce en posiciones negativas, que pueden considerarse demagógicas. Nuestra idea es la de que el nacionalismo constituye en sí mismo una fuerza poderosa de progreso, un derecho inalienable y un deber marcado por la misma definición de la soberanía nacional. Un nacionalismo democrático, orientado a defender y mejorar lo que a cada nación corresponde, no debe confundirse con el nacionalismo agresivo que ha envenenado las relaciones de grandes comunidades humanas, o con el belicismo nacionalista que ha desencadenado sobre la tierra conflagraciones e incalculables daños. Creemos que la manera de superar en nuestra América mestiza los aspectos nocivos de un nacionalismo desbordado es la de crear la conciencia genuina de un nacionalismo latinoamericano, a través del cual se realice la unidad espiritual, política y económica capaz de lograr dentro de la pluralidad el consenso necesario para las grandes decisiones, para las grandes actitudes y para la conquista de los grandes destinos.

Dentro de esa corriente vemos también fortalecerse en Venezuela una conciencia nacionalista que, sanamente inspirada y orientada hacia objetivos precisos, puede y debe constituir poderoso factor de transformación y de progreso. Es indispensable fijar sus metas y no perderse en acciones infecundas.

No creemos sano poner obstáculos a la participación del capital foráneo en nuestra economía dentro de normas adecuadas. Consideramos, además, conveniente utilizar el crédito externo para el financiamiento de obras reproductivas, lo que no constituye en sí un endeudamiento, sino el aprovechamiento de recursos financieros y técnicos y el aseguramiento de mercados.

En este orden de ideas, nos preocupamos por dar estímulo y seguridad a las inversiones para que participen positivamente en la magna empresa del desarrollo nacional. Hemos preparado un proyecto de Ley de Mercado de Capitales, elaborado con el concurso de personas altamente calificadas, y creado una gran comisión, representativa del país en los más variados sectores, para redactar un Proyecto de Ley de Estímulo para el Desarrollo e Inversiones Nacionales y Extranjeras. Así mismo exploramos para nuestros ambiciosos programas las mejores posibilidades de financiamiento.

El Alto Mando Militar escuchando el mensaje del Presidente Caldera.

El Gas: Industria Nacional

Una concepción plena y segura de la soberanía venezolana y la fe en el respaldo necesario en todos los sectores por encima de diferencias de ideología, de ubicación o de intereses, se ha manifestado en nuestra política petrolera y se manifestará en toda ocasión en que se pretenda usar recursos de presión económica o propagandas tergiversadoras de la recta apreciación de los fenómenos, o cualquier medio de intimidación tendiente a que no hagamos lo que estamos en el deber de hacer.

Venezuela conoce bien el valor de su petróleo y las circunstancias dentro de las cuales se desenvuelve su manejo; ha respetado y respetará derechos adquiridos y compromisos contraídos y abierto nuevos caminos para el desarrollo de la industria, como los contratos de servicio, tramitados sobre bases aprobadas por el Congreso. Al asumir posiciones de soberanía, tendientes a lograr mejor situación para el país en cuanto a sus recursos naturales dentro del orden constitucional, no se dejará impresionar por la propagación de rumores o la difusión de comentarios hostiles y se mantendrá erguida como un solo hombre en actitud de plena solidaridad nacional.

Con esta convicción, que para mí es irrenunciable y que concreta un sagrado deber, contraído al recibir de mi pueblo el encargo honrosísimo de gobernarlo, anuncié a mis compatriotas en el día primero del año que solicitaría del Congreso la sanción de una ley a través de la cual se declare industria reservada al Estado la del aprovechamiento del gas natural. No desconoceremos derechos adquiridos por terceros; tampoco abandonaremos los de la nación. No quebrantaremos la norma del cumplimiento de los compromisos; tampoco detendremos el impulso que lleva al país a afirmar sus pasos hacia una injerencia mayor y una participación más justa en el aprovechamiento de sus riquezas básicas.

El gas constituye una inmensa riqueza, de la cual sólo se ha aprovechado hasta ahora una ínfima parte. La que no se aprovecha, no sólo constituye un nuevo y considerable renglón en nuestra producción económica, sino un apasionante desafío a la iniciativa y capacidad de los venezolanos. Cada mechurrio que enciende su luz y proyecta su bramido sobre las tierras venezolanas es como un cauterio sobre nuestra piel para que no nos resignemos a ver consumir inútilmente una providencial riqueza, antes sepamos ser dignos del privilegio de haber nacido en Venezuela. El consumidor está ávido de recibir un suministro seguro de ese combustible, en cantidades cuya magnitud garantiza la recepción de todo lo que dentro de la factibilidad económica estemos en capacidad de producir. Las noticias sobre la situación del mercado de gas, las exploraciones iniciadas sobre la forma de aprovechar debidamente este recurso, nos llevaron de lleno a considerar a Venezuela preparada para acometer una empresa de tal envergadura, en nombre propio y por su propia cuenta, sin depender de otros para manejarla y sin sacrificar innecesariamente una parte considerable de sus rendimientos. Varias comisiones muy calificadas –una integrada por juristas profundamente conocedores de los problemas legislativos sobre esta materia y las conexas; otras, por ingenieros, economistas y técnicos, encargados de analizar las características de los mercados, los problemas técnicos de la producción, el transporte, el financiamiento y las perspectivas económicas- han trabajado con inagotable patriotismo y profundo sentido de urgencia del caso. El resultado de sus investigaciones, deliberaciones y estudios ha sido procesado por el Ejecutivo y pasará al Congreso para que sin tardanza pueda tomar su decisión en estas sesiones ordinarias con las cuales se inicia el tercer año del período constitucional.

Esa decisión será histórica. El Ministerio de Minas e Hidrocarburos traerá en breve a las Cámaras el proyecto de Ley que declara reservada al Estado la industria del aprovechamiento del gas natural.

Ese proyecto tiene un contenido que trasciende mucho más allá de nuestros nombres y marca un hito que será visible mucho más allá de nuestro tiempo. Sus autores han preparado un texto estudiado con suma penetración y expresado en normas cuya característica esencial es la de una inequívoca firmeza; sin incurrir en el desconocimiento de derechos generados por normas legales, de manera que la acción que proponemos tomar resultará no sólo de una fuerza moral contundente sino también de una validez jurídica indiscutible. El Ministro de Minas fundamentará el proyecto de ley respectiva, no sólo en el autorizado parecer de los juristas, sino también en la evaluación de las comisiones que estudiaron los aspectos económicos y tecnológicos del proyecto.

No para usar palabras de grata resonancia en los oídos, sino para subrayar lo que eso significa y obliga a todos los venezolanos, he puesto énfasis en lo grave y trascendente de la decisión que propongo al Congreso, convencido del entusiasmo con que el Legislativo Nacional la va a adoptar. Tomarla implica disponerse a colocar los mejores recursos humanos disponibles al servicio de esta empresa; entraña la necesidad perentoria de que se imponga en todos los sectores la voluntad de cerrar filas para lograr el éxito rotundo de un paso cuyas consecuencias van a influir poderosamente en los acontecimientos futuros.

Cuando esas grandes plantas de licuefacción del gas se estén construyendo; cuando, en la iniciación del próximo período las contemplemos convirtiendo en riqueza tangible más de mil trescientos millones de pies cúbicos de gas cada día; cuando comience a hacerse realidad la vieja aspiración venezolana de poseer una flota de transporte de sus hidrocarburos, entonces, ciudadanos Senadores y ciudadanos Diputados, ustedes, que tienen la honrosa función de representar al pueblo venezolano y quienes desde el Ejecutivo hemos tenido la responsabilidad de iniciar y tendremos la de ejecutar el programa creador de la nueva industria nacional de la licuefacción del gas podremos pensar, complacidos, que ese hecho de significación histórica lo hemos realizado para abrir un nuevo camino a la grandeza y prosperidad de la patria.

La Ministra de Fomento, Haydée Castillo, hace entrega de su Memoria y Cuenta al Presidente del Congreso Nacional.

El Ministro de Educación, Héctor Hernández Carabaño, hace entrega de su Memoria y Cuenta.

Ciudadanos Senadores,

Ciudadanos Diputados:

Vivimos una hora excepcional en la historia de Venezuela. He sido un estudioso de nuestra realidad social y me he afanado en conocer e interpretar los fenómenos que se operan en el medio dentro del cual actuamos. Años atrás, desarrollé ante auditorios universitarios de países hermanos un tema basado en las comparaciones objetivas entre la Venezuela en que comencé a actuar a la altura de los veinte años y la que mis ojos han visto forjarse a través del esfuerzo (contradictorio a veces, pero integrado en una serie de aspectos sustanciales) de mi generación. Yo invito a cualquiera que quiera darse cuenta de lo que ocurre en Venezuela, a comparar datos y aspectos actuales con los de aquellos días en que una nación con atuendos aldeanos se resignaba a lograr como único objetivo una paz impuesta por la fuerza para restañar heridas todavía abiertas y siempre lacerantes, causadas por la violencia de las guerras civiles, engendradas a su vez en la incomprensión obstinada por el odio desbordado a raudales. Estamos viviendo un momento cuya significación debe y puede alcanzar caracteres indelebles en el devenir venezolano y lo alcanzará, a condición de que en medio de una constante movilidad social imprimamos el sello de una proyección sistemática vital a la marcha de las instituciones.

Este signo de proyección histórica constituye nuestro mejor mensaje para la juventud: para la juventud que ama la patria, para la juventud que anhela el cambio. Sabemos que sus inquietudes están inspiradas en el fondo por el angustioso deseo de ver a Venezuela siempre más libre, más justa, más vigorosa. Al confrontar con la realidad la visión que le provocan sus impulsos, prevalecerá en ella la generosidad del venezolano para apartar el odio, y su energía, que la empuja más de una vez a ser rebelde, la llevará a meterle el hombro a la elevación del destino nacional.

Hace algunas semanas nos dimos cuenta, casi sin percibirlo, que estaba cumpliendo sus primeros diez años la Constitución promulgada el 23 de enero de 1961; y observamos, no sin cierta sorpresa, que era la primera vez que una Carta Fundamental llevaba un decenio completo de ininterrumpida vigencia, puesto que la dictada en 1830, que ha sido la de más larga vida, sufrió aquella dolorosa interrupción simbolizada por el episodio que puso frente a frente a Vargas y a Carujo. Lo importante es que la Constitución siga rigiendo durante largo tiempo. Ella tiene en su seno todos los elementos necesarios para atender los cambios que vaya imponiendo la realidad dinámica, a demanda de las sucesivas generaciones.

La gran obra de desarrollo material y económico en que nos hallamos empeñados carecería de toda respetabilidad si no se basara en el propósito de hacer más y más viable la armonía en el seno de la comunidad venezolana; si no estuvieran en todo momento presentes ante nuestra vista el hombre y la mujer venezolanos, el joven y el niño venezolanos, el anciano, el enfermo o el inválido, pero sobre todo, el trabajador y la trabajadora, el padre y la madre de familia, como objeto de nuestra preocupación primordial: no para someterlos a un tutelaje paternalista, por bien intencionado que fuere, sino para ofrecerles cada vez más la posibilidad de obtener, a través de su esfuerzo, una mayor participación en el proceso social y en el producto colectivo. Quiero reiterar a todos los habitantes del país, a todos los sectores, a todos los grupos, a todos los pobladores de ciudades y campos, a las gentes de todas las regiones, a los nacionales y extranjeros, que en Venezuela moran, mis propósitos de respeto, libertad y armonía. No le ha faltado ni le faltará nunca al Gobierno la energía indispensable para aplicar sus decisiones, aun cuando al hacerlo encuentre oposición de fuerzas importantes o poderosos intereses; no le ha faltado ni le faltará jamás decisión para enfrentar, sin dudas de ningún género, cualquier propósito o hecho desbocado de los cauces legales que ponga en peligro, o pretenda ponerla, la seguridad del orden social o la estabilidad de las instituciones fundamentales. Me he empeñado en que mi palabra sea para todos los venezolanos que la oigan una expresión constante de sinceridad: como es sincera la amistad y cordialidad que ofrezco, es sincero el anuncio de las decisiones que adopto, pues nada más lejos de mi ánimo que el amenazar u ofender y nada más seguro para quienes me escuchen que cuando comunico el haber tomado una determinación es porque tengo la inquebrantable disposición de cumplirla.

Debo manifestar, en esta solemne ocasión, que la generalidad de los sectores y grupos sociales han respondido en forma positiva a mis llamados acerca de la necesidad de entendimiento y armonía.

Las relaciones del Estado con la Iglesia Católica, representativa del sentimiento religioso mayoritario de los venezolanos, y con las demás Iglesias y cultos establecidos en el país, han sido de la mayor cordialidad. En todo momento hemos estado dispuestos a cooperar con las nobles empresas morales y sociales inspiradas por motivaciones religiosas. Hemos visto con suma complacencia el que se hayan logrado acuerdos altamente benéficos para coadyuvar en términos de indiscutible justicia el esfuerzo de las comunidades religiosas (y de particulares de cualquier signo) en la tarea, que el Estado soporta en primer término, de atender a la educación, a la salud y al mejoramiento del pueblo.

Me es satisfactorio consignar que la actitud de las Fuerzas Armadas Nacionales ha sido ejemplar. Ello está a la vista de todos. Dos años de Gobierno constituyen tiempo suficiente para demostrar la diáfana posición de quienes son depositarios de las armas que les ha entregado la República, al mantenerse siempre en la primera línea de acatamiento y de defensa a la Constitución, a las Leyes y al Gobierno legítimamente establecido. Lo dicho cobra una más alta significación porque en el mundo se ha puesto en boga el cuestionamiento de la democracia y hay quienes se empeñan en la apología de los hechos de fuerza. Pero los venezolanos, tanto civiles como militares, jamás podemos olvidar la amarga experiencia de los fracasos padecidos al renunciar ante el atropello de la fuerza el derecho a ser gobernados en un régimen de libertad dentro de un Estado de Derecho.

La democracia en Venezuela no es invento artificial ni obra de oligarquías: es obra del pueblo, nutrido con la fe del pueblo, con el sufrimiento del pueblo, con la sangre del pueblo. Por eso el pueblo, a pesar de sus pesares y sus quejas, está siempre dispuesto a defenderla y a mirar como sus peores enemigos a quienes pretendan arrancársela, así sea prometiéndole satisfacciones materiales. Con la comprensión y el empuje del pueblo, la democracia será más operante, traducirá en desarrollo y justicia social su esencia de liberación. Ello reclama perseverancia.

Hago cálidos votos para que el Todopoderoso, cuya protección invoca el constituyente y cuya predilección está patente en incontables manifestaciones, continúe favoreciendo a Venezuela y le dé su protección para afianzar la paz y mantener entusiasmo constante por la búsqueda de la justicia, el progreso y la felicidad de todos los habitantes de la República.

Ciudadanos Senadores,

Ciudadanos Diputados.