Acto de entrega de espacios del programa
«Un cariño para mi ciudad», Caracas, 26 de julio de 1997.
El 21 de enero de 1995, la Primera Dama hizo simbólica entrega a la comunidad del primer espacio recuperado por los participantes en el programa , el Monumento a Boyacá, situado en la avenida del mismo nombre. Desde entonces se han rescatado y acondicionado más de 300 espacios –de tamaños y características diversas– en el área metropolitana de Caracas.
Cuando iniciamos este programa hace ya tres años, buscábamos una respuesta concreta, a nuestro alcance, a la preocupación por Caracas. Estaba muy descuidado el ambiente y no era necesario ser demasiado observador para percibir una situación general de abandono. Aparte del efecto negativo que produce en el ánimo habitar en un lugar mal mantenido, corríamos el peligro inmediato de perder muchos árboles, cargados de parásitos, y de que se hiciera insalubre la ciudad, llena de basura y otros desechos sólidos.
Ante este panorama, en una reunión a la que convoqué a un grupo de amigos para compartir esta preocupación, surgió como respuesta espontánea la idea de proponernos asumir el rescate y mantenimiento de plazas, parques y áreas verdes. Así nació «Un cariño para mi ciudad».
La resonancia inmediata que tuvo la idea en muchas personas, nos persuadió de que habíamos emprendido un camino acertado. Y la respuesta general ha llegado mucho más lejos de lo que habíamos podido imaginar.
El programa se hizo como una onda expansiva hasta constituir un movimiento cívico de participación para rescatar lo que nos pertenece a todos, donde no se le pide a nadie otra cosa que el compromiso de aportar su talento y sus recursos, ni se le promete otra recompensa que la de ver florecer el propio esfuerzo en este empeño común por transformar el ambiente de Caracas.
Con cerca ya de trescientos espacios acondicionados en todos los municipios del área metropolitana, nuestra ciudad presenta un rostro diferente. Lo han señalado visitantes extranjeros, que no se lo imaginaban, dada la magnitud de la crisis. Lo han comentado también personas que por haber estado tiempo fuera, han percibido con mayor impacto este cambio gradual en el ambiente urbano.
Pero la feliz circunstancia de hoy, cuando nos acompaña ese gran venezolano que es Arturo Uslar Pietri, con el cual hemos tenido el gusto de sembrar un samán y una ceiba, por amable iniciativa de Alí Domínguez Sánchez, en un espacio asumido para su arreglo y cuido por Juan Carlos Álvaro y el Grupo CATEY, quienes participan generosamente en este programa, me sugiere la conveniencia de una reflexión sobre el sentido mismo de lo que se ha venido logrando y la lección que encierra «Un cariño para mi ciudad».
Muchas veces se ha señalado que los venezolanos parecemos esperarlo todo del Estado, tanto la solución de los problemas que competen al Gobierno, como el remedio a dificultades de orden privado y hasta la satisfacción de deseos legítimos pero orientados sólo al provecho de cada uno. De esta forma –sin hablar de situaciones de corrupción–, la sociedad se ha acostumbrado a vivir a expensas de lo público, en lugar de encontrar su propio desarrollo mediante el despliegue de la actividad que compete a cada persona.
Aquí, en cambio, asistimos a lo contrario: ciudadanos y grupos privados, o instituciones públicas en su carácter ciudadano, que se hacen cargo de la conservación de espacios públicos. Desde luego, esto ha exigido un constante esfuerzo para poder articular esta actividad con la acción de los organismos responsables. Precisamente, ésta ha sido una de las funciones y uno de los logros del programa, que no pretende sustituir o quitar competencias a nadie; que –es importante destacarlo–, no maneja presupuesto propio ni tiene aparato burocrático. Por ello se puede decir que «Un cariño para mi ciudad» ha abierto un cauce para la acción de todos aquellos que –por propio empuje– quieren contribuir a mejorar las cosas.
Un cauce, puesto que la primera dificultad a vencer era la coordinación de este propósito nuestro de contribuir a la mejora del ambiente de Caracas con la responsabilidad de los organismos a los cuales compete la vigilancia y mantenimiento de los espacios públicos. Se diseñaron entonces unos convenios de guarda y custodia, para poder asumir el rescate de los espacios que lo requerían. Sobre todo, se estableció un ambiente de colaboración muy favorable entre los participantes en el programa y los responsables del Gobierno local o de los órganos respectivos del Gobierno Nacional.
Además, para sorpresa de los pesimistas de oficio, este esfuerzo de participación se emprendió en momentos de crisis. Cuando todo parecía invitar a la pasividad por falta de recursos gubernamentales para atender las necesidades del ambiente, muchas personas –de empresas y grupos económicos, de asociaciones de vecinos o comunidades educativas, particulares o que laboran en instituciones públicas– se adelantaron para dar su aporte.
Y de una manera proactiva, generosa, con mucho talento, han sabido poner los medios para alcanzar los resultados que vemos ahora hechos realidad. Resultados, no de simple ornato sino de saneamiento ambiental y de solución de esa multitud de pequeños problemas cotidianos, que van desde hacer una caminería adecuada o una parada de autobús con techo, hasta la construcción de canchas deportivas o la remodelación de una plaza.
En esto se ha manifestado –lo digo con honda satisfacción– la gran calidad humana de nuestra gente, que sabe hacer frente a las dificultades sin dejarse abatir por consideraciones pesimistas y no ceder a la comodidad del egoísmo. Son muchas las anécdotas que se podrían referir a este respecto y los testimonios que podría aportar de nuestros participantes en el programa. Por eso me he atrevido a señalar en más de una ocasión que, junto a los cambios visibles operados en el ambiente de Caracas, este programa también ha traído cambios de actitud, más importantes todavía porque afectan más a la parte humana de la ciudad.
No podemos olvidar que una ciudad es ante todo su gente. Que la vida ciudadana supone esa integración que da lugar a una efectiva convivencia, en la cual las personas se puedan comunicar, compartir día a día, ayudarse mutuamente en el empeño de alcanzar la propia realización. Una ciudad no es nunca una suma de individuos aislados, ni un conjunto de vecindarios cerrados, para los cuales los demás representan obstáculos o amenazas. Por eso resulta tan importante vencer el anonimato, cultivar una actitud abierta, de interés por lo que nos afecta a todos, que busque poner remedio a los problemas en forma mancomunada y antes de que puedan llegar a niveles críticos.
No quiero alargar mis palabras. Una de mis tareas más gratas en el programa es la de dar gracias. Permítanme pues agradecer ahora, de todo corazón, a los participantes que se han hecho cargo de los espacios que entregamos hoy a la comunidad.
En primer lugar, a César Betancourt con toda su gente de 67 Publicidad; a loa amigos de Banplus Valores, representados por Remo Pasariello; a Rainier Bostelmann de Fecosca Femina Cosmetic; y a Orlando Jiménez, presidente de las Industiras Alimenticias Noel. Todos ellos han rescatado espacios adyacentes a la autopista de Prados del Este que, a pesar de algunos huecos, cada día cobra un aspecto más amable, necesario para aliviar la fatiga de sus famosas colas.
La gente de Cosméticos Selectos, por su parte, se hizo cargo de un lateral en la autopista Francisco Fajardo, en el acceso a la calle Los Nardos de la urbanización Lebrún, por lo cual quiero darles las gracias en la persona de Eduardo Gelada, su director de relaciones institucionales.
En el boulevard de El Cafetal, tenemos que agradecer a nuestra simpática amiga María Yiselda Figueira y su gente del Jardín y Floristería El Cafetal, por el arreglo de las jardineras ubicadas frente al vivero. Más allá, en la avenida principal de La Guarita, Luigi Avignano de Floristería Las Américas, y Armindo Correia y su hijo Robert de Mercolicores Las Américas, se han ocupado del rescate de las islas, frente a la floristería. En nombre de los vecinos y en el mío propio, mil gracias por estos hermosos cariños que le han hecho a la ciudad.
Aquí en La Trinidad, donde cada día puede apreciarse mejor la labor de nuestra querida Alcaldesa Yvonne Attas, la dinámica gente de Procter & Gamble asumió la intersección vial frente a su nueva sede, que ha quedado muy hermosa. Mariella Núñez de Urbaneja ha colaborado mucho con nosotros, no sólo en este rescate, sino en el programa «La cajita ecológica», que tenemos en prueba como un posible apoyo para fomentar en los niños una conciencia más responsable hacia el medio ambiente. A toda la gente de Procter & Gamble, encabezados por Edward Jardine, mil gracias por estos aportes. A ti Mariella, por el cariño que has puesto en todo.
En verdad es mucho lo que nos falta por andar en este camino ciudadano. Pero los trabajos realizados con una actitud tan positiva, nos señalan un mejor porvenir. En los próximos años, Caracas debe llegar a ser la ciudad humana, amable y acogedora que hemos soñado, la ciudad –sobre todo– que queremos para nuestros jóvenes y para nuestros niños. Tenemos las capacidades y tenemos las energías humanas para lograrlo. Aunque pequeña, «Un cariño para mi ciudad» es una buena muestra de ello.
Muchas gracias.