Moldes para la Fragua – Edición ampliada y en gran formato (1980)

Moldes para la Fragua (Dimensiones, 1980).

Moldes para la Fragua (Dimensiones, 1980)

Moldes para la Fragua reúne diferentes ensayos, artículos y discursos que tienen en común el relato de vidas que para Rafael Caldera significaron de interés y ejemplo para Venezuela y el mundo. Desde su primera edición, publicada por la editorial El Ateneo de Buenos Aires (1962), hasta la más reciente de Cyngular (edición póstuma de 2016), el libro ha tenido diversas modificaciones sin extraviar su esencia: perfiles edificantes para una mejor sociedad.

La aquí digitalizada es la de editorial Dimensiones (1980); en gran formato, con grabados del artista Pedro Mancilla. El tomo, por su diseño, contenido, y autor, es una pieza curiosa de la bibliografía venezolana del siglo XX.

El libro en formato PDF se puede descargar en su totalidad en el enlace que así lo indica. Igualmente por secciones.  Una tercera posibilidad es hacer click en los hipervínculos de los perfiles que tienen su apartado en nuestra web.

El prólogo de Augusto Mijares (sus palabras para el bautizo de la segunda edición, 1973), están disponibles en la parte inferior de esta entrada.

¡Buena lectura!

Caracas: Dimensiones, 1980.

Número de páginas: 481.

Con grabados hechos especialmente por Pedro Mancilla para esta edición.

Para descargar el libro completo hacer click aquí

Índice

A MANERA DE PRÓLOGO, por Augusto Mijares (p. 7)

DINTEL (p. 9)

(Para descargar el dintel hacer click aquí)

I / PATRIA (Para descargar esta sección hacer click aquí)

1/ SIMÓN BOLÍVAR (p. 13)

Símbolo de un deber actual

2 / ANDRÉS BELLO (p. 27)

Ciudadano de América

3 / FRANCISCO DE MIRANDA (p. 41)

El drama de Miranda y Venezuela

4 / ANTONIO JOSÉ DE SUCRE (p. 47)

Demasiado joven para tanta gloria

5 / JOSE ANTONIO PAEZ (p. 57)

El General Páez de a pie

6/ PEDRO GUAL (p. 65)

El Congreso de Panamá y la Integración Latinoamericana

7 / MANUEL VICENTE MAYA (p. 91)

El testimonio discrepante

8 / JOSE GABRIEL ALVAREZ DE LUGO (p. 101)

Un prócer de mi pueblo

II / ACADEMIA (Para descargar esta sección hacer click aquí)

9 / JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ (p. 113)

El «diremos mañana» de la lección perenne

10 / HERNÁNDEZ Y RAZETTI (p. 131)

Una amistad ejemplar

11 / TULIO FEBRES CORDERO (p. 137)

Un faro en la provincia

12 / JULIO CESAR SALAS (p. 153)

Sociólogo y patricio

13 / CARACCIOLO PARRA LEÓN (p. 169)

Una revolución en la universidad

14 / JOSÉ MANUEL NUÑEZ PONTE (p. 181)

Maestro sin desfallecimiento

15 / TOMÁS LISCANO (p. 193)

En el taller del propio esfuerzo

16 / PLÁCIDO DANIEL RODRIGUEZ RIVERO (p. 211)

Historiador y médico

17 / FELIX SATURNINO ANGULO ARIZA (p. 221)

«Una lección en aula»

III / CIVISMO (Para descargar esta sección hacer click aquí)

18 / RAFAEL ARÉVALO GONZALEZ (p. 231)

El acento que no pudo silenciar la mordaza

19 / ANDRÉS ELOY BLANCO (p. 237)

El amortiguador de la Constituyente

20 / RÓMULO GALLEGOS (p. 247)

Término fecundo de una larga jomada

21 / RAÚL LEONI (p. 253)

El camino recto de las instituciones

22 / ELEAZAR LÓPEZ CONTRERAS (p. 259)

Lindero y puente entre dos épocas

23 / INÉS PONTE (p. 269)

Virginidad fecunda

24 / TRINIDAD FIGUEIRA (p. 277)

Labor callada y digna recompensa

25 / PEDRO DEL CORRAL (p. 283)

Un venezolano ejemplar

IV / UNIVERSO (Para descargar esta sección hacer click aquí)

26/JACQUES MARITAIN (p. 293)

Fe en Dios y en el pueblo

27 / LUIGI STURZO (p. 301)

Lo político y lo religioso dentro de lo social

28 / KONRAD ADENAUER (p. 317)

«El Viejo» ha muerto de pie

29 / DARDO REGULES (p. 323)

Modo de convivencia

30 / ROBERT F. KENNEDY (p. 331)

La escoria en el crisol

31/HUBERT H. HUMPHREY (p. 337)

El testamento de Humphrey

32/ALDO MORO (p. 343)

La experiencia humana y política de Aldo Moro

V / ECCLESIA V (Para descargar esta sección hacer click aquí)

33 / SAN IGNACIO DE LO YOLA (p. 361)

Hombre completo, ejemplo para la juventud

34 / LUCAS GUILLERMO CASTILLO (p. 375)

La recia mansedumbre

35 / SALVADOR MONTES DE OCA (p. 389)

En holocausto por la paz del mundo

36/ RAFAEL ARIAS BLANCO (p. 395)

El Arzobispo de la liberación

37 / MARCOS H. FERREIRA (p. 403)

Madera de corazón

38 / LA MADRE FEBRONIA (p. 411)

Para descansar sobra tiempo, donde el tiempo no rige

39 / LA HERMANA SAN AGUSTÍN (p. 417)

Tumba, surco, semilla

VI / ETERNIDAD (Para descargar esta sección hacer click aquí)

40/JESÚS DE NAZARET (p. 425)

Aquel obrero que llamamos Cristo

 

Moldes para la Fragua en la biblioteca de Tinajero. Foto: Carlos Arveláiz.

Moldes para la Fragua en la biblioteca de Tinajero. Foto: Carlos Arveláiz.

A manera de prólogo

Por Augusto Mijares

(Palabras para presentar la segunda edición, pronunciadas el 8 de diciembre de 1973)

Tanto como un honor, es para mí un emocionante suceso espiritual presentar un libro del doctor Rafael Caldera, actual Presidente de la República. Porque es un hecho que remueve muchas de las ideas que han sido tema de mis meditaciones en relación con la historia nacional.

Siempre había considerado, en efecto, con amargura, que durante toda nuestra evolución republicana del siglo pasado el pensador político y el político activo vivieron encarnados en personajes diferentes y a veces antagónicos.

Como si estuvieran condenados a un trágico paralelismo, el pensador político por una parte y el político por la otra, eran como dos líneas que —al parecer— jamás llegarían a confundirse, y ni siquiera a aproximarse.

Vargas, Cajigal, José Rafael Revenga, Fermín Toro, Santos Michelena, Juan Vicente González, Francisco Viso, Tomás Lander, Francisco Aranda, Cecilio Acosta, son los nombres que pasarán a nuestra historia como representativos en aquella época del pensamiento político venezolano; o de ideas sobre educación, leyes, economía y administración pública, que pudieron tener decisiva influencia sobre nuestra estructuración fundamental. Y todos fueron personajes que, o bien rehusaron figurar en la política activa, o sólo tuvieron en ésta actuación azarosa, subordinada a crueles imposiciones de los hombres o de las circunstancias.

No es tampoco una excepción el caso de Antonio Leocadio Guzmán, porque su efímera preeminencia fue más como agitador que como pensador político. Y al fin terminaría sus días como un sobreviviente extraño y solitario entre «los liberales de Antonio», como él mismo llamaba acerbamente a los caudillos y políticos que rodeaban a su hijo.

Detrás de esa separación escénica entre el pensador político y el político activo, se desarrollaba toda la historia de Venezuela: la historia de un país obligado a vivir entre realidades que rechazaba su mente.

La angustia de un pueblo que tiene que comprobar a diario cómo lo que sus mejores hombres le han enseñado a considerar esperanzador y justo, es motivo de indiferencia o burla para los dueños de la acción política.

Y como consecuencia: el vaivén de la Patria entre la anarquía y el despotismo, entre la desesperación y el desaliento. Tal como un individuo condenado al enloquecedor absurdo de pensar de una manera y proceder de otra.

Es a partir de 1936 cuando comienza a desaparecer en Venezuela esa dicotomía entre el pensador político y el político activo; y la aparición de partidos políticos verdaderamente doctrinarios cambia por completo el ambiente de nuestra vida pública.

Porque no es solamente que el pensador político adquiere predominio independiente y estable; es que por otra parte el pueblo venezolano vuelve a interesarse en la libre deliberación de sus problemas, porque confía en que sus aspiraciones pueden ser oídas y realizadas.

Tal es el significado profundo y la belleza que yo le encuentro a este acto. En el cual un Presidente de la República, que ha llegado a dirigir los destinos nacionales por sus méritos como alto pensador político, recibe uno más de sus libros.

Es la integración feliz en un mismo personaje, del intelectual y del hombre de acción, del pensador político y del político activo; es la realización cabal del hombre público sin la cual la conciencia nacional no puede llegar a ser constructiva. Es una culminación.

Para mí, particularmente, es algo que sobrevoló muchas veces mis sueños juveniles, pero que en contraste con la realidad encontraba cada día más difícil de llegar a ver.

Desde luego, y pensando ahora solamente en el amigo a quien he visto ascender paso a paso hasta este doble triunfo, tiene que conmoverme profundamente encontrarlo, todavía joven y en plena actividad, incorporado a esa eternidad de pensadores venezolanos, de sombras tutelares de la nacionalidad, que he evocado. En ellos —y ahora también en él— perdurará la continuidad espiritual de la Patria; lo que será siempre, en Venezuela, in­destructible.

En cuanto al libro Moldes para la fragua que hoy bautizamos, sólo podré añadir: que como todo lo escrito por Rafael Caldera, tiene el alado peso de lo que ha sido concebido durante largas reflexiones. Y para largas esperanzas.